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130 Aniversario Luctuoso de Kafka

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©2013, Eugenio Zigurat

Cuando me lo dieron a leer en secundaria pensé que sería un bodrio, pero esa sola escena de Gregorio desperetándose convertido en un insecto me hizo seguir leyendo.

Pronto quedó claro que no era CF, pero había algo raro, medio inclasificable, medio inagarrable que flotaba entre los renglones y me hacía seguir leyendo. Kafka me enseñó eso: la lectura sobre la cuerda floja, el saber que abajo no hay redes de seguridad y que la escena más simple, la más típica tiene posibilidades de misterio y tensión tales que te logra poner los pelos de punta.

Después de La metamorfosis leí El Proceso, y me sentí arrastrado hacia el absurdo, al igual que con El Castillo. Kafka no escribía CF, a lo mejor ni fantasía, a lo mejor lo único que pasaba es que era su forma de leer la realidad, sin contratos y hecha de puros absurdos, el caso es que el señor legó un montón de cosas a la CF, a la literatura fantástica.

Yo no sé si Dick leyó a Kafka o si sólo se limitó a vivir y alucinar como él, pero Dick es kafkiano; pero claro, sobre todo es dickiano.

Lo españoles llaman a esto perogrullada, pero es más que eso.

En su libro de ensayos Otras Inquisiciones, Borges nos habla sobre la influencia de Kafka en las letras y del concepto mismo de la creación de precursores:

"Aquí, sin desmedro alguno de Hawthorne, yo desearía intercalar una observación. La circunstancia, la extraña circunstancia, de percibir en un cuento de Hawthorne, redactado a principios del siglo XIX, el sabor mismo de los cuentos de Kafka que trabajó a principios del siglo XX, no debe hacernos olvidar que el sabor de Kafka ha sido creado, ha sido determinado, por Kafka. Wakefield prefigura a Franz Kafka, pero éste modifica, y afina, la lectura de Wakefield. La deuda es mutua; un gran escritor crea a sus precursores. Los crea y de algún modo los justifica. Así ¿qué sería de Marlowe sin Shakespeare?"Jorge Luis Borges
O sea que ¿qué sería Dick sin Kafka?, ¿qué la Mosca de Cronenberg sin La Metamorfosis? (el link es externo, a Ciudad Seva). ¿Qué?

Gregorio insecto

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©2013, José Luis Zárate 
Gregorio, insecto, regresó a su oficina donde los otros se habían transformado en tarántulas y escorpiones y lo siguieron viendo con desprecio.

El enigmático pero sondable misterio del cuento al cuadrado del hombre araña

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©1984, Ligia Ochoa Leyzaola

(versión cambiada y corregida de la primera, publicada en el número 63 año XI, julio/agosto ’85, de la revista Ciencia y Desarrollo del Conacyt  -Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología-, luego de obtener mención honorífica en el I Concurso Nacional de Cuento de Ciencia Ficción “Puebla”. Ese mismo año también fue transmitido por Radio Conacyt)

I
Nada se sabe sobre el origen del hombre araña. En el sanatorio para indigentes donde es atendido el parto ni siquiera alcanzan a pedirle su nombre a la madre, una desconocida que apenas llega a tiempo para dar a luz y desvanecerse de manera inexplicable hasta desaparecer, dejando como único vestigio de su quehacer existencial al recién nacido monstruo.

Cuatro pares de patas flexibles, delgadas y velludas son todo lo que por extremidades posee el hombre araña. El resto de su arquitectura corresponde a la de cualquier ser humano más o menos común, si bien en su rostro hay dos características poco usuales: un par de electrizantes ojos verdes llenos de búsqueda y una sonrisa indulgente que no se esfuma ni en los momentos de mayor frustración, como cuando se descompuso el aparato.

A raíz de su nacimiento, muchos científicos se disputan la posesión del hombre araña. El asunto se inclina a favor del biólogo Tan y su reducido grupo de dos asistentes quienes deciden informar que el hombre araña ha muerto pues prefieren que el monstruo crezca preservado de la curiosidad general y sea estudiado sólo por ellos, en la habitación que adecuaron en el centro de investigaciones donde laboran en las afueras de la ciudad.

Para vigilar al extraño, a quien llaman H.A. o H. Araña, los investigadores se turnan día y noche, mientras la criatura evoluciona con la inocencia propia de la infancia. La primera conclusión a la que llegan, después de algunos meses de concienzuda observación, es la imposibilidad de que la madre del H.A. haya tenido relaciones impúdicas con algún artrópodo, no por razones morales sino prácticas. Por otra parte, les parece que ya han invertido demasiado tiempo en tales reflexiones y optan por estudiar lo que pueden comprobar, sin preocuparse más por el origen del ser o morbosidades ontológicas semejantes.

No tardan en detectar que el metabolismo del H. Araña le permite crecer en un año el equivalente a cinco de un ser humano. En general, camina en ocho patas pero a veces lo hace en dos por imitar a sus guardianes, que no dejan de admirar la portentosa facilidad de su discípulo para aprenderlo todo. A los dos años ya toca varios instrumentos musicales (por ejemplo, la flauta con un par de patas, el violín con otro y el piano con los dos restantes), pinta, esculpe y sabe lo suficiente de ciencia y tecnología como para dejar boquiabiertos a los científicos.


II

El hombre araña trabaja cuanto puede en la compostura del artefacto que estático parece observarlo como si captara una acción vital.

Los investigadores le han hecho creer que sobre la faz de la Tierra sólo quedan unos cuantos habitantes debido a un reciente holocausto nuclear y que de los en otro tiempo numerosos H. Araña nada más él se ha salvado. Ahora tratan de reconstruirlo todo a partir de su genial ayuda y por eso el deber del H.A. es investigar, descubrir, redescubrir, inventar, y conformarse con salir al jardín del centro de estudios cuando algún investigador lo acompaña y el lugar se encuentra desierto. Además, para no frustrarlo demasiado, evitan en lo posible mostrarle fotografías y dibujos que muestren seres humanos, si bien le permiten leer libros científicos y uno que otro de literatura, como La metamorfosis, Crónicas marcianas, El principito, Frankenstein, algunos cuentos infantiles y, en el colmo de lo permisivo, El Quijote de la Mancha.

El hombre araña hoy se siente solitario y desdichado. Sin embargo mañana recobrará el ánimo y volverá a empezar la exhaustiva revisión del aparato, que se resiste a funcionar.

A los tres años el H.A. tiene apariencia de quince y entre sus principales entretenimientos está realizar diferentes cosas a la vez haciendo funcionar por pares sus ocho extremidades. Estos actos, aseguran los científicos, suponen una inteligencia muy desarrollada y a ello han abocado buena parte de su estudio, aunque sobre todo motivan al H. Araña para alcanzar los portentosos descubrimientos que luego Tan se adjudica.

Esto ha tenido consecuencias desastrosas. Tan ha descuidado su trabajo por cumplir con los múltiples compromisos sociales acarreados por la fama, y sus ayudantes, celosos, han empezado a obstaculizar las investigaciones del H.A. Así pues, por una u otra causa todos los miembros del grupo han empezado a espaciar cada vez más sus visitas al infeliz cuya mayor alegría es verlos traspasar el umbral de la puerta.


III

La soledad del hombre araña se hace más soportable cuando se concentra en el arreglo de la máquina, como náufrago que no pierde la esperanza.

Es domingo. El H.A. tiene cuatro años y apariencia de veinte. El biólogo Tan, preocupado al fin porque el cautivo ya no inventa ni descubre nada para llenarlo de gloria, llega, con prisas, para darle un paseo por el jardín. El remordimiento más que la convicción lo impulsa a llevar al H. Araña a conocer los alrededores luego de concluir que no hay peligro pues en varios kilómetros a la redonda la única vivienda cercana es la ocupada por la misteriosa señora Pan quien siempre sale al centro los domingos.


Al pasar frente al hogar de la señora Pan, Tan le muestra al H.A. las flores del jardín que ella cuida con esmero, sobre todo ahora que pronto será madre. El biólogo alaba las múltiples cualidades de la jardinera con la seguridad de que no está en casa, pero a los pocos minutos aparece en el porche sin ser detectada por los visitantes. Conforme la señora Pan se acerca a los intrusos aspira el aire en un quejido sofocante, parece que los ojos se le saldrán de las cuencas y al fin se para en seco como amnésica mientras el hombre araña la observa fascinado. El biólogo se le aproxima nervioso y complaciente. Intenta explicarle que lo que ve no es sino el producto de un juego difícil de comprender. Ella no lo escucha. Absorta, sostiene su vientre próximo a dar a luz.

El profesor se las ingenia para llevar a la mujer dentro de la casa, con la esperanza de que al recobrar la conciencia haya olvidado la terrible visión o al menos la atribuya al excesivo cansancio que remolca desde hace tanto. Respecto del H.A., casi debe arrastrarlo hasta su habitación en el centro de estudios pues quedó prendado de los encantos de la señora Pan como si a ella hubiera estado ligado desde siempre. Para darle por su lado, antes de despedirse Tan le promete que lo llevará a visitarla de nuevo. A cambio le exige esperar y no decir una palabra a nadie sobre el asunto. El H. Araña jura guardar el secreto con más celo que su vida pase lo que pase.

Y lo que pasa es el tiempo con sus horas estiradas e inmisericordes. Las semanas se vuelven angustia y Tan no regresa a pesar de que el H.A. lo manda llamar con insistencia. Por fin un día se presenta sólo para informarle de la desaparición de la señora Pan (quien decidió ir a dar a luz en una ciudad donde nadie la conoce) y ordenarle más trabajo pues, asegura, el trabajo y el tiempo todo lo curan.


IV

Para el hombre araña, el tiempo nunca tuvo sentido, por eso ahora, al experimentar lo que es, no entiende cómo los instantes se le enredan en  ubicuas vivencias y mejor se pone a trabajar con furor en el artefacto, que pronto funcionará.

Desde que perdió la esperanza de reencontrarse con la señora Pan, el hombre araña se encierra en un mutismo insondable. Deja de comer y conoce el llanto. Encoge todas sus patas y con ellas frota su rostro. Gime como el más desesperado cuando alguno de los investigadores lo interroga acerca de la causa de su tristeza. Ninguno, excepto Tan, comprende lo que a él ya no le importa declarar.

Los científicos, alarmados y llenos de remordimiento por haberlo abandonado durante largos periodos, tratan de reanimarlo con todos los medios a su alcance. Es inútil. Ya nada puede hacerse por él y llega el momento en que sólo duerme.

En el sueño, el hombre araña da satisfacción a sus deseos. Abraza a la señora Pan en medio de sus jardines, besa su vientre plano y la acaricia con sus ocho extremidades. Ella suspira y se deja envolver en ese amor multiplicado que sólo los hombres araña pueden dar. La señora Pan y el hombre araña se miran a los ojos. Los de ella se vuelven tan verdes y brillantes como los de él y sus extremidades se transforman en patas de arácnido mientras de sus costados brotan otras cuatro protuberancias velludas y enigmáticas que sienten, crecen, abrazan, se deslizan en caricias sin control. Todas las salientes de la mujer araña se enroscan en el cuello de su amante y aprietan con furor. El hombre araña no hace nada por salvarse, es el final deseado y lo acepta satisfecho hasta diluirse en la habitación en tinieblas, cubierto por la urdimbre de una fina tela invisible.

Todo parece lejano e irreal para el hombre araña mientras su nave se interna en el espacio exterior; todo, menos la mujer a quien en un arrebato de locura entregó su amor.

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Ligia Ochoa Leyzaola obtuvo mención honorífica en el Primer Premio Puebla de Cuento de Ciencia Ficción con el presente trabajo. Una recopilación de sus ficciones es  conseguible a través de lulu.com 

BUEN VIAJE, CUERVO

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©2010, José Luis Zárate
Marco, Silvia, Zárate, Libia, Porcayo y Juan Hdz. Luna
Texto publicado en el diario Síntesis hace tres años 

Una vez, hace 20 años planeamos acompañar a Juan Hernández Luna al Registro Civil, Marco Rodríguez disfrazado de guarura, Silvia de enfermera, yo de médico corrupto, y Juan, el Cuervo para los amigos, de millonario desahuciado que iba a casarse en articulo mortis.

No puedo dejar de pensar en ello.

Uno de los primeros amores de Juan fue el teatro, y nunca lo abandonó por completo. Adoraba los complicados performances en donde sólo él entendía el sentido y eso era el chiste de ellos.

Ayer, mediante Facebook llegó la noticia: Juan Hernández Luna acababa de fallecer. Twitter mediante, nos enteramos de detalles: paro respiratorio, mucho tiempo enfermo, traslado a Puebla.

Alberto Chimal buscó la difícil confirmación antes de retwittear la noticia, Bef se comunicó con las personas cercanas a Juan, yo retransmití la noticia sin confirmar, sin creerlo, sin pensar, sin querer pensar en que el Cuervo ya no estaba aquí.

No me era difícil imaginarlo con esa sonrisa irónica, encendiendo un cigarrillo, muy contento de que la red electrónica pudiera crear un fantasma de indeterminación.

Sé que el golpe no acaba de llegar aún. Juan es parte de mil historias de mi vida (Juan, Gerardo Porcayo y yo apretujados ante una pantalla verdosa leyendo una novela escrita por uno de nosotros, fascinados por la portentosa capacidad de una PC Commodore 64, las noches en El Alto tomando café cargadísimo a deshoras planeando un futuro lleno de libros, charlas y mucho más café de esos, y etc., etc., etc. por horas, días, años).

Quiero creer en que es otro performance, Cuervo. No quiero decirte adiós, amigo. No quiero que no vaya a haber otro café de olla y tu risa profunda resonando mientras planeas algo para desconcertar, algo para maravillar, algo para escribir.

Tú decías que ibas a morir al pie del renglón y sonreímos porque no pensamos que morir fuera algo factible.
No puedo, literalmente no puedo, hacer más que desearte un buen viaje, Cuervo.

Juan Hernández Luna y su partida hace tres años

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©2013, Gerardo Horacio Porcayo
Juan (en el interior de la Brasilia) y Lola (recargada en la puerta)

Lejos siempre estuvo el intento de convertir a la Langosta en un osario, en un memorial virtual que acumula epitafios, lápidas para la posteridad.

Lejos están esos días en que creíamos que la juventud sería eterna o en que ni siquiera nos atrevíamos a pensar que las cosas pudieran ser de otra manera. Éramos jóvenes y estábamos más que insatisfechos, más que hartos de convenciones, hipocresías y todo lo que apenas oliera a estatus. Le huíamos a las responsabilidades, a la corbata, al traje de lana, al smoking, al matrimonio... Y tratábamos de derribar a base de escritos todas esas convenciones, o al menos de dejar en claro que así las cosas iban para nosotros.

Lo cierto es una sola cosa: el más adelantado era Juan, aunque al principio no lo pareciera. Corría el año de 1987 y cuando salí de no sé qué clase me lo encontré sentadito en la jardinera de la gran Magnolia Grandiflora que adorna, cobija y ambienta el Colegio de Lingüística y Literatura Hispánicas de la Universidad Autónoma de Puebla. Estaba ahí, esperando a Silvia Luna Tlatelpa. Y empezamos a platicar. Y hablé de CF y él habló de la gran literatura, de lo fantástico y hasta de Cortázar. Al final tuvo que defenderse y asegurar que uno de sus primeros cuentos reconocidos por el premio Crea era cercano a la CF y se intitulaba El banderín de las Chivas.

No paramos de platicar esa tarde, mientras ya juntos esperábmos la salida de Silvia. Y fiel a su formación dramatúrgica, el hombre, el mismísimo Juan, no claudicó y como aquellos grandes narradores, se atrevió a contarme su cuento, mientras seguíamos esperando.

Fue la primera de muchas tertulias. La primera exploración en una zona para mí desconocida. Gracias a él conocí el Mercado del Alto, visité su casa y empaticé con su tijuanense pareja. Gracias a eso, empezamos a intercambiar más y más ese pulso vital que nos unía en la rebeldía. Y Zárate y yo fuimos formalmente invitados a formar parte de Harakiri, ese grupo antes integrado sólo por Lola, Marco, Roberto, Silvia y el mismo Juan. Empezamos a trabajar en la versión poblana de la revista del Crea, a publicar en sus páginas que tenían regusto de pasquín, de fanzine sin presupuesto... Y empezamos a establecer los retos, los intercambios.

En 1988 Juan,. Lola y Zárate ganaron ex aequo, el Premio de Libro de Cuento del IPN. Ese mismo año, Juan obtenía el premio Rosario Castellanos con una novela experimental en que ya habíamos logrado que se colara la CF y hasta el señor Farmer con su libro Los Amantes. Todo prometía. Todo parecía marchar sobre ruedas. Vienieron festejos, su casamiento legal. Vino su primera novela policiaca. Y hasta llegó su Premio Edmundo Valadez por un cuento que de inmediato Zárate clasificara como de Chilanguismo Mágico. Fuimos a su premiación y ahí demostró el alcance de su postura: pasó a recibir el diploma, pero se negó a dar la mano, a saludar a Bartlett, a toda la mesa de honor...

Nos dejó de a cuatro. Y siguió haciéndolo. Cada vez más consistente, cada vez más alejado mientras se iba separando de Puebla, de su mujer, de Harakiri y aproximando a lo policiaco, lo internacional, lo rojo perredista.

Cuando uno encuentra grandes amistades, quisiera que nada cambiara, que esa operación alquímica que estimula el mutuo crecimiento siguiera perdurando... uno quisiera... pero la historia del hombre está anclada al cambio.

Creo que con Tabaco para el Puma, se acabaron las celebraciones en grupo por las salidas de sus novelas. Creo que la última vez que compartimos una mesa corría el año de 2002, estábamos en Monterrey y lo que compartíamos era la nostalgia y el sentido de pérdida de lazos.

Después lo vi dos o tres veces, organizando o coordinando eventos en la Feria del Libro del Zócalo, pero ya sin tiempo para grandes charlas, ya con pocos ánimos.

Nos fuimos volviendo viejos o mínimo lejanos... Nos volvimos amigos de nostalgias.

En 2010, como lo relaté en mi blog, Lobosector, la sorpresa de su partida a la otra orilla de la vida fue total, inesperada...

Hoy ya han pasado tres años desde aquella tarde en que impartiendo una clase de periodismo en la Ibero Puebla, recibiera la llamada de Zárate.

Hoy, sigo sin ubicar, sin aceptar quizá, su partida.

Este año me he dedicado a comprar su obra no policiaca. Quisiera volver a mi primer amigo que adoraba a Payno, a Eco, a Fernando del Paso y al mismísimo Gustavo Sainz.

Hoy, me sorprende descubrir que la Wiki no tiene un apartado a su nombre...

Me sorprenden tantas cosas. Tantas que desde el principio sabíamos...

Lo cierto, según entiendo, es que murió tal como se lo planteó: en la línea, escribiendo hasta el último momento.

SORALIA

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CUENTO GANADOR DEL XI PREMIO NACIONAL PUEBLA DE CUENTO INÉDITO DE CIENCIA FICCIÓN
©1995, Juan Hernández Luna

     Abrí el canal de mi plexo e introduje el aceitoso tubo que abastecería mi cápsula de oxígeno. De la base del cuello extraje el ducto espiral y alimenté mi carne. Ajusté mi brazo izquierdo que continuaba fallando. Me senté ante el tablero de la nave y conecté mi base craneal con el mando maestro dispuesto a recorrer la frontera. La eterna rutina antes de iniciar mi trabajo.
     Cada noche debía patrullar y ver que todo fuera en santa paz en los dominios de la Compañía. Y todo marchaba, excepto por una jaqueca que sacudía mis neuronas. Cuatro horas-tierra con la interfase conectada al orificio tras la nuca agota a cualquiera.
     Desde mi cabina lograba ver las fumarolas verdes y amarillas de la Gran Caldera, la galaxia de luces que cobijaba la ciudad como una marquesina.
     De pronto el cuarzo de la pantalla parpadeó agitadamente su color rojo indicando emergencia. Pulsé la señal de alarma y maniobré la nave hasta situarme en el lugar donde había partido el mensaje de ayuda.
     Cuando aterrizé pude adivinar lo que encontraría; cuerpos carbonizados, chips de control derretidos, piel sintética adherida al fondo de la caverna piloto y plástico X2 revuelto con piedras y plasma genérico.
     Era el cuarto ataque en menos de un mes. Los otros habían ocurrido en mi ausencia. Este era el primero que me tocaba atender sin lograr impedirlo. Era difícil llegar a tiempo. El recorte de personal había afectado a la Compañía que prefería colonizar los desiertos en vez de proteger sus fronteras tecnológicas.
     Me dediqué a la tarea de remover aquellos escombros; la cápsula de lo que había sido una aduana había explotado sin aparente causa. Era evidente que se trataba de un sabotaje más contra la Compañía.
     Cuando terminé, mi cargamento era una docena de bolsas conteniendo los restos de tres compañeros muertos. Trasladé los sanguinolentos paquetes hasta la jefatura de zona. En mi informe expliqué que se había tratado de un nuevo ataque, certero, fulminante.
     En el almacén entregué mi equipó de trabajo, desconecté de mi cabeza la prótesis y antes de irme a descansar pasé por el taller a que revisaran mi brazo. El viejo implante volvía a darme molestias. El dolor producido inundaba mi espalda y entumecía mis piernas.
     Mocho XII, el mecánico, volvió a decir que era poco lo que podía hacer por mi brazo. Sólo aceitarlo y limpiarlo con un trapo húmedo para cuidar su apariencia. "Es un modelo antiguo, la vena de cuarzo es tan costosa que tu sueldo jamás podría pagarla", dijo.
     Vaya miseria. Ya antes había considerado la idea de deshacerme del brazo, pero no me imaginaba caminando con la manga de mi traje hibernal flotando vacía. Además la Compañía tendría un motivo para despedirme. Prefería soportar ese brazo viejo y oxidado aunque mi espalda pagara las consecuencias.
     Al día siguiente, pasé por el laboratorio sólo por satisfacer mi curiosidad. Los restos de los tres cadáveres habían sido debidamente ordenados para ser usados en implantes posteriores. Ninguna cabeza, ningún corazón, ningún órgano valioso, sólo restos de muñones y una pierna adiposa que supuse había sido de Jack, el más gordo de los tres fallecidos.
     "¿Algún brazo?", pregunté. "Ninguno, no tienes suerte", respondió el laboratorista. En verdad era mala suerte. De los tres ataques anteriores se habían recuperado un par de brazos que de inmediato fueron vendidos a los Almacenes Tronics. Cada noche pasaba por los aparadores de la tienda y miraba los brazos criogenizados en sus urnas de cristal bajo una cartulina con un precio fuera de mis posibilidades.
     El reporte final no arrojaba ningún dato que pudiera servir a mi patrullaje. Algunos consideraban que la explosión había sido cometida por un disparo de Metal Rubio, esa extraña fuerza conseguida en laboratorios extranjeros y que era el arma más temible para la Compañía. Sin embargo, cómo explicar que los exoesqueletos de los cadáveres permanecieran intactos. Misterio tecnológico. Era probable que el Metal Rubio hubiera sido perfeccionado. Sobre todo porque los exoesqueletos creados por la Compañía eran capaces de resistir las temperaturas de Golan y Mirna, las colonias desérticas tan plagadas de radiactividad como bulbo de magma.
     ¿Acaso el enemigo deseaba apoderarse de exoesqueletos? De ser así, yo había llegado antes que los cadáveres de mis compañeros hubieran sido robados.
     La idea de que tarde o temprano seríamos vencidos me provocaba una tremenda angustia. No me agradaba la idea de verme convertido en esclavo a las órdenes del Enemigo, levantando muros de hormigón y ceniza epóxica para resguardar sus fronteras.
     Quedábamos pocos. Nuestra resistencia estaba en su límite, continuamente patrullábamos las fronteras. Siempre regresábamos con malas noticias y la nave llena de restos de antiguos compañeros.
     Algunas noches, Soralia hacía contacto desde su tablero y conversábamos. ¿Dónde estaría? Gente como ella permanecían resguardados de por vida, eran la reserva tecnológica de la Compañía y debían preservarlos a toda costa, su captura por parte del Enemigo representaba un peligro.
     Bah, si supieran que se conectaba a mi tablero, que sus palabras amorosas entraban por la base de mi nuca y todo mi traje hibernal se inundaba con sus caricias... Era peligroso. Bastaba que un explorador enemigo entrara en la red y vaciara sus archivos de conocimientos como un vampiro extrae la sangre a su víctima.
     Tal vez Soralia no comprendía el peligro de conectarse con alguien del exterior, lo cierto es que aquellas eran las noches más felices de mi vida, sobre todo cuando el holograma de su rostro estallaba en el interior de mi nave y yo me dejaba adormecer por sus reflejos dorados, hasta verla desaparecer bajo la oscuridad en el cristal de mi cabina.
     Hablábamos de amor, de caricias ausentes. Era difícil hablar del futuro. La sola mención de esta palabra significaba angustia y desesperación, miedo y locura. Ambos habíamos nacido en la última generación con posibilidades de vida MODERADA y SANA, según el censo.
     La estadística no especificaba si MODERADA significaba vivir con miedo de que el Enemigo conquistara la tierra de Los Antepasados. Tampoco ofrecía explicación para la palabra SANA. ¿Era normal vivir recluido en algún laboratorio secreto? ¿Era sano vivir con una prótesis oxidada y sin refacciones?
     La Tierra había sido agotada en sus recursos buscando vida en otros planetas. Año de 3014. Seguíamos igual que siempre, abandonados en el universo, sin nadie que respondiera a nuestro llamado, sin que la barrera del tiempo pudiera ser cruzada como alguna vez se había soñado, sin que un mensaje sideral llegara a nuestros radares cada vez más sofisticados, cada vez más inútiles.
     Sabíamos que éramos producto de ese polvo de estrellas caído en la Tierra allá en la oscuridad del tiempo. Habíamos comprendido también que estábamos solos en el universo, nadie habría de ir por nosotros, la noche era una simple boca oscura.
     Cuando esto fue aceptado por la comunidad científica sólo quedó una salida; apoderarse del mayor territorio posible antes que el Enemigo, pero nuestras naves eran pequeñas, además escaseaban los bastimentos y el combustible. ¿Cómo intentar la conquista? Fue necesario conformarse con esa larga cadena montañosa ofrecida como patria. Apenas quinientos kilómetros cuadrados, repletos de miseria y abandono, fronteras frágiles por donde mi nave patrullaba buscando retrasar lo inevitable.
     Vivía en un panal. Un conjunto de recámaras estrechas donde sólo era permitido pasar la noche, como si fuera posible permanecer durante el día, a menos que uno deseara volverse loco.
     El panal estaba en lo alto de un cerro. Antiguamente había sido un basurero tecnológico. Cuando llegaba un poco de viento se podía percibir el olor nefasto a plástico y carbón, a cadáveres de alimañas puestas a secar al sol para macerar su carne. A pesar de lo tenebroso del sitio no corría peligro. Mi nave era razón suficiente para que nadie se atreviera a robar mi prótesis, a desprenderme la base craneal o desear apoderarse del plexo que la compañía me había instalado.
     De cierto modo era visto como héroe, pocos eran quienes se arriesgaban a patrullar las fronteras. Podía atravesar el barrio sin temor, llevar alguna joven a mi celda o gritar como lobo en las noches de luna llena, rito sólo permitido a los más ancianos.
     Me sentía cansado. La espalda era una burbuja ardiente que amenazaba con estallar y dejarme embarrado en ese callejón donde buscaba un sitio tranquilo para tomar cerveza. Los charcos grasientos reflejaban el neón y las siluetas de los transeúntes, algunos adolescentes se divertían pellizcando el culo a las prostitutas. Alguien gritó auxilio en uno de los pisos superiores pero la voz fue opacada por el silbato de la Gran Caldera que anunciaba la salida de personal.
     De inmediato, los callejones de la zona se convirtieron en un estúpido peregrinar de personas que ansiaban divertirse un poco antes de retirarse a dormir. Un hombre negro me ofreció clavijas faciales. Pedí que no me molestara. El tipo insistió. Abrió su abrigo y mostró relojes piramidales reservados al ejército, intravenosas de juego sexual que podían ser instaladas inmediatamente.
     "Los conozco. Tienen virus", dije.
     "Están limpios", respondió.
     De cualquier forma era un riesgo instalarse con aquella basura. Uno podía perderse en algún laberinto y jamás regresar.
     "Lo que necesito es un brazo", dije levantando la manga de mi traje hibernal, señalando mi propio brazo izquierdo.
     "Mjm, si tuviera un brazo ya hubiera salido de pobre", dijo el negro retirándose molesto.
     Entré a un lugar apenas iluminado con cuarzos chillantes que parpadeaban lastimando la vista. Encontré sitio en la barra. En el escenario un hombre tragaba un largo cuchillo por su boca lacerada con bubas rojizas. La enfermedad de los basureros.
     No resistí. Salí del lugar y caminé hacia el panal, confiado en la seguridad que daba mi uniforme. Sentí entonces un dolor en la nuca. Alguien me había golpeado la base craneal y mi cerebro se volvió loco intentando recuperarse. El atacante pasó su brazo por mi cuello y un hombre con el rostro sintético se detuvo frente a mí. Con un rápido movimiento desprendió la prótesis de mi brazo izquierdo y mi espalda estalló en dolor negro y áspero.
     Cuando desperté estaba sentado frente a una pantalla que parpadeaba frenética. Los dos ángeles violentos conectaban un tablero a mi base craneal y revisaban la reserva de oxígeno en la cavidad de mi plexo. "Será mejor llenarlo", dijo el hombre de rostro sintético. El atacante conectó la sonda y pude reconocerlo. Era el mismo que me había ofrecido mercancía en el callejón.
     "Whiskas. Gibrán Whiskas, Oficial de Patrulla".
     "Soy yo", dije sintiendo la energía corriendo a través de mi cuerpo. Los tipos me habían conectado carga suficiente para trabajar sin descanso una semana. Era un derroche. ¿De dónde obtenían semejante cantidad de plasma genérico y oxígeno?
     "Tenemos nuestros proveedores", respondió el hombre sintético. Entonces noté que mi base craneal estaba siendo decodificada y la línea de mi pensamiento aparecía transcrita en la pantalla. Era imposible ocultarles algo.
     "Gibrán Whiskas, censado como habitante de vida MODERADA y SANA. Mmmm. Quedan pocos como tú, de no ser por la prótesis de tu brazo diríamos que eres una reliquia de museo."
     "He sabido conservarme".
     "No te elegimos por eso, sino por tu amistad con Soralia."
     Estaba perdido. El secreto guardado durante tanto tiempo había sido descubierto.
     "No sé de qué hablan", respondí y de inmediato la pantalla parpadeó una luz amarilla. Las palabras Soralia, amor mío aparecieron centelleantes.
     "Es inútil mentir. Mi amigo el negro se divierte explorando redes. Hace poco descubrió un ardiente diálogo. Espero que limpies el tablero de tu nave luego de masturbarte con el holograma de tu amiga, patrullero".
     El negro se aproximó jugueteando con mi prótesis, analizándola.
     "Obtendría buen dinero por este brazo en el callejón, lástima que ya no existan refacciones. Es un antiguo modelo", dijo.
     Ni siquiera me esforcé por hablar, dejé que la línea de mi pensamiento fuera apareciendo en la pantalla.
     De acuerdo, ¿qué buscan?
     "Necesitamos que conectes con Soralia. Es todo".
     ¿Con qué propósito?
     Sólo para... conversar.
     Vampiros, te van a chupar parpadeó la pantalla traicionando nuevamente la línea de mi pensamiento.
     "No sé cómo hacerlo, ella es quien se comunica conmigo".
     "No te preocupes. El negro te acompañará. Sólo necesitamos tu voz para que Soralia acepte conectarse."
     Vampiros Vampiros
     "Lástima que no tenga compostura", dijo el negro, tirando mi prótesis al piso. Mi brazo artificial crujió bajo el peso de su bota. La vieja vena de cuarzo que tanto había resistido se deslizó por el mosaico como una serpiente chamuscada.
     "Podemos dejarte ir, pero presiento que no tienes un buen pretexto para explicar la pérdida de tu brazo; podemos hablar a la compañía y decir que uno de sus patrulleros se conecta con su amante descuidando el patrullaje en la frontera. O quizá te liquidemos. El negro se encargará de vender tus restos en el callejón o a los Almacenes Tronics. Todo tu cuerpo es una verdadera mina de oro."
     Está bien, no tengo opción.
     El hombre sintético sonrió. Tomó asiento a mi lado y conectó un tablero en las cánulas de sus manos. El hombre negro hizo lo mismo y extendió un cable que depositó en la red alterna de mi base craneal.
     Astillas de vidrio. Una tormenta de cuarzo recibió mi primer impulso. Preferí cerrar los ojos para concentrarme. Tenía poca experiencia en el viaje cibernético. Acaso ahí residía el misterio de mi cuerpo conservado.
     Una cortina de metal sónico golpeó mis neuronas. El dolor hizo arquear mi columna. Era difícil avanzar llevando al negro como compañero. Cada barrera pasaba primero por mi frontera sensorial y todo se detenía hasta que el negro la decodificaba y aceptaba continuar. En caso de peligro el hombre sintético desconectaría a su amigo y me dejarían sólo, perdido en un cable minado de Furia y Espanto. El resto de los candados ni siquiera podía imaginarlos.
     Furia fue un taladro directo a los dientes. Sentí la descarga. Por un momento perdí la noción hasta que sentí la presencia del negro avanzando en algún recodo de mi cráneo. Abrí los ojos y miré la pantalla virtual que operaba el hombre de la piel sintética. Desde su tablero iba incorporando claves que permitían el acceso hasta esa zona.
     No puedo más apareció en la pantalla amarillenta. La línea de mi pensamiento se resistía. El instinto de supervivencia indicaba el límite de mis posibilidades. El negro fue en mi auxilio. En mi base craneal sentí el pulsar de algunas teclas que viraron el rumbo hasta retomarlo justo después del taladro. Furia había quedado atrás.
     "¡Piensa en Soralia!" gritó el hombre sintético.
     El negro volvió a teclear y en la oscuridad rocosa percibí las letras del nombre de mi amada. Una luz intensa iluminó el túnel. Era difícil de creer. Soralia había colocado su mismo nombre como clave para acceder hasta su refugio. El camino parecía claro, sólo quedaban los candados que la compañía había colocado en sus redes.
     Un demonio viscoso atacó mi plexo buscando la cápsula vital. Había llegado a los dominios de Espanto. Intenté cubrirme con mi mano izquierda, pero un muñón rojizo y maloliente me hizo recordar que no tenía brazo. Una escarcha de plástico venenoso me recibió bajo esa caverna donde navegaba a ciegas. El negro permanecía a mi lado, preparado para huir cuando todo acabara.
     S O R A L I A parpadearon las letras enviadas desde el tablero y mi base craneal fue catapultada hasta una región donde ni siquiera los abismos existían. Territorio de sombras, trono de bestias que mascaban mi nombre. La vida fue una ráfaga, serpentina de amores destrozados, tristeza acumulada.
     El hombre negro tomó mi sombra y la deslizó envuelta en una mancha rojiza que se volvió ceniza y gritos. Ambos regresamos por el cable recogiendo restos de dolor sensorial. El vértigo nos depositó frente a la computadora. Desperté cuatro días después, junto a los restos de mi brazo izquierdo.
     Apenas abrí los ojos la punta metálica de una bota hizo estallar mi nariz. El dolor buscó acomodo entre mis recuerdos y sentí una neblina de alfileres vaciándose alrededor de mi cráneo.
     "Gibrán Whiskas, quedas detenido a proceso. Se te acusa de colaborar con el Enemigo."
     El androide no sabía de buenos modales. Inmovilizó mi cuerpo con sonda eléctrica y fui llevado en un convoy hasta una cripta ubicada en lo que supuse eran los sótanos de la Compañía. Por alguna razón mi agenda nemotécnica estaba intacta. Podía recordar mi pasado, la historia de mis padres, mi número clave, algunas fechas patrias y hasta el himno de la Compañía. También recordé que era noche de luna llena.
     Un aullido feroz salió de mi garganta. Restos de sangre y baba fluyeron por la comisura de mis labios. La corriente vital de mi cápsula se activó como el chispazo de un motor y mi cabeza golpeó el cristal de la cripta que cayó en pedazos. Estaba libre.
     Alertado por el ruido llegó el androide. Al verme disparó una sonda eléctrica que eludí arqueando el cuerpo. Lo tomé por el cuello y apreté, haciendo estallar su tráquea de resina que chisporroteó antes de fundirse. ¡Demonios, cómo extrañaba mi otro brazo!
     Vagué por los pasillos. En una pared de mandos conecté el cable de mi base craneal y pronto obtuve un plano del edificio. No había candados, sólo un dolor en los dientes que ya conocía. Busqué algo de energía y encontré apenas diez grados en una tarjeta de memoria. Los absorbí de inmediato y los deposité en mi cánula tras el oído. Mi debilidad era de grado mayor.
     Pedí a mi base craneal una nueva lectura del plano del edificio. Si había logrado entrar a la Compañía valía la pena conocer a mi amada. Tecleé su nombre. SORALIA. Por toda respuesta obtuve: Objeto de Placer.
     No podía creerlo. ¿Soralia, la mujer de quien me había enamorado, era un Juguete Sexual?
     Comprendí todo; el miedo, la orfandad, el deseo, la muerte, el llanto, la soledad. Ahí estaba, con el cerebro conectado a un programa y una reserva de energía tan escasa que cualquier espasmo erótico haría explotar mi corazón. ¡Vaya ironía! Supe el peligro que corría al estar conectado, pero fue demasiado tarde. En ese momento, el cielo se abrió.
     Mi alma quedó dispersa en una red de alambres oxidados que introducían dolor bajo la piel. Un olor a carne lastimada me inundó. Quise retirar aquella viscosidad pero sólo conseguí lastimarme con el muñón de mi mano. Era un maldito inválido.
     Un tropel de luz y fuego caminó desde la base de mi columna astillando mi cuerpo. Grité desde el fondo de mi memoria, como si el carbón hubiera sido siempre la sustancia de mis palabras, como si el lodo fuera la viscosidad de mis ojos, como si la mugre habitara en mi lengua. Dolor.
     Amor mío dijo una voz llegando desde el fondo de mis recuerdos. Era ella. Soralia. Una sombra.
     Mi carne se convirtió en un reptar de gusanos bebiendo mis venas. El olor a sangre hervida inundaba mi tarjeta de sensaciones. La carne. La maldita carne es débil. Escuchar su voz y derrumbar mis sentidos fue una misma acción. Soralia se aproximó. Tomó mi cuerpo, lo desnudó, introdujo su lengua en mi boca, lamió de mis encías y rompió mi ducto espiral. Ya era un simple cuerpo abandonado a la noche. Sentí su fuerza al introducir su mano en mi base craneal y romperla. Dolor.
     Explosión. La nada. El espasmo. El vómito de mi historia recorriendo cada vena de cuarzo sobreviviente al desastre.
     Desperté recluido en mi celda. A lo lejos el murmullo del barrio reptaba por las paredes. "Te has portado bien", dijo el hombre negro terminando de colocar una nueva prótesis en mi brazo izquierdo. Un chasquido de luz caminó silencioso por mi cuerpo. El tipo se fue.
     Salí de mi celda y caminé hasta mi nave. Sobrevolé por el barrio mientras una multitud chillaba celebrando la conquista de nuestro territorio por el Enemigo.
     Crucé la frontera y huí. Nuevamente tenía dos brazos. Era mi pago por abrir la puerta al Enemigo a través de mi base craneal. Mi cuerpo estaba completo, excepto mi alma. La imagen de ese androide llamado Soralia, haciendo el amor conmigo en sus noches de descanso, me hería tanto como una astilla encontrando cobijo en mi angustia.
     Amor mío dijo una voz parecida a un rumor de piedra. Surcó fugaz la sonda de mi base craneal. Se anidó directo en la región de mis sentimientos. Lloré.
     Amor mío repitió la voz. Seguí llorando. Mis lágrimas cayeron sobre el cristal del tablero reflejando su humedad, excepto mi imagen. Ahí estaba el producto de mi tristeza. Con el tiempo aprendería a llevar mi nueva condición.
     Pronto amanecería. Debía encontrar un recinto donde el sol no me lastimara. Atrás quedaban las fronteras que tanto había ayudado a resguardar. Al frente, la soledad del destierro.
     Los vampiros no tenemos patria.

Convocatoria 2013 al Premio de Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción

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Al fin podemos compartirles la convocatoria 2013 al 
XXIX Premio Nacional de Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción
(antes Premio Nacional Puebla de Ciencia Ficción)
que convoca la
Dirección de Literatura del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Puebla
Extensión mínima de 5 y máxima de 15
Fecha Límite el 30 de agosto de 2013
Todos los detalles y pormenores, en el jpg:

Cassini fotografía a la tierra desde Saturno

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El divulgador científico y astrónomo aficionado, Andrés Eloy Martínez Rojas, miembro fundador de la Langosta Se Ha Posado y hoy diputado por el PRD nos comparte desde su cuenta de Twitter y su canal de Youtube, este video sobre cómo "La nave Cassini tomará una fotografía de la Tierra hoy 16:27 horas tiempo del centro de México":

Para seguir a Andrés, ésta es su cuenta en Twitter: @eloycam2012 y el tópico especial: #waveatsaturn

Nebulosos recuerdos de un alunizaje

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©1994, Gerardo Horacio Porcayo

Resulta trillado y tradicional que todos los escritores de Ciencia Ficción le echemos la culpa a alguien de nuestra adicción al género. Schwarz, por ejemplo, señala a Rod Sterling y su Twilight Zone como los responsables de sus desajustes mentales creativos.
     Yo, al único que puedo culpar es al programa espacial estadounidense. Tal vez a mis padres por haber conseguido una televisión a colores en aquellos años en que la posesión de un aparato de estas características resultaba todo un lujo y un desembolso enorme de dinero. Tal vez a la misma cadena televisiva, que se aventó la puntada de la retransmisión por la mañana.
     Cuando relato esta anécdota, invariablemente recibo miradas desdeñosas o mínimo incrédulas o condescendientes y una suerte de sonrisa torcida. Pero es cierto, nebulosamente recuerdo aquel evento. Recorría la casa con la actitud despistada de todo niño de 3 años y dos meses. El sol entraba a a raudales por los cristales esmerilados de una puerta roja y metálica, haciendo opaca la pantalla del televisor. Recuerdo movimientos a mi alrededor, mi nana, tal vez mi mismo padre. No puedo precisar con exactitud todos los detalles; lo que es tremendamente presente es el cúmulo de imágenes, opacadas por el sol, de un cohete (los momentos finales de la cuenta regresiva. R-e-g-r-e-s-i-v-a), rugiéndo mientras expulsaba gases y fuego y ascendía más allá de las nubes. La separación por etapas del cohete. Y más aún, el momento en que el comandante Armstrong, a breves saltos, surgiendo de una nave abigarrada, pisaba con unas botas masivas y blancas (y bajé la vista a mis propios botines, también blancos y la sensación fue increíble; aún puedo verla claramente en mi memoria) un suelo desolado, con el cielo oscuro como marco, aunque paradójicamente los rayos iluminaban la placa protectora de su casco de astronauta. ASTRONAUTA, COHETE. Palabras que quedarían grabadas indeleblemente en mi memoria, unidas (tal vez en el caos de los años; porque he tenido la desgracia de jamás volver a ver mas que fragmentos de aquel alunizaje) al tema de Así hablaba Zaratustra que después usara Pedro Ferriz en sus cápsulas astronáuticas y posteriormente en sus programas televisivos en canal 13.

     Imágenes imborrables. Mi madre leía Selecciones del Reader's Digest en aquellos tiempos. También Contenido. Y solía leerme mucho. No importaba de qué fuera, ella me leía. El caso es que alguna de aquellas mencionadas publicaciones, llegó al mes siguiente (supongo). La portada dividida en tres, mostrando a todos y cada uno de los astronautas (3), con sus atuendos y la arquitectura de los vehículos espaciales como escenario (eso recuerdo). Y me leyó. Y después me apoderé de la revista. No podía dejar de observarla. Para entonces, en algún momento, mi padre me había explicado (esfera lunar en la mano) qué habían sido aquellas imágenes, de qué se trataba. Habló de gravedad y también me enseñó la esfera terráquea. Por supuesto, yo no comprendía cómo podíamos estar parados en la superficie de algo esférico, cómo no nos caíamos. La paciencia de mi padre en aquellos tiempos era infinita. Y habló y habló. Y algo entendí.
     Los días transcurrieron, tal vez los meses. El hecho es que en algún punto perdí mi tesoro, las únicas imágenes que tenía de aquella transmisión: perdí la revista.
     Pero el futuro se perfilaba prometedor. Las siguientes imágenes en mi mente pertenecen al Apolo XV, al Moon Rover saltando como los mismos astronautas. Pero como toda buena función, la astronaútica acabó, al menos para quienes la buscábamos en la TV. La última transmisión memorable, proviene de la misión conjunta Soyuz-Apolo. Gastaron tiempo, pude ver a aquellos astronautas realizar el primer encuentro espacial entre dos naves, cruzar el estrecho puente, abrir las compuertas y saludarse.
     Después nada. La transmisión de la llegada de las sondas Vikingo y Voyager fueron decepcionantes. Los transbordadores, aún más.
     Hoy sólo queda el recuerdo. También el estigma. Fui marcado. Jamás soporté Viaje a las estrellas . ¿Cómo era posible que unos viajeros del espacio jamás usaran un traje adecuado? No lucían como astronautas. Adoré Odisea 1999 en el espacio, había naves convincentes, parecidas a las reales. Había ASTRONAUTAS. Gracias a esta adicción, a la altura de 1978 y esperando ver una película de esa serie televisiva, vi 2001, odisea en el espacio. Mi padre gruñó de rabia, lo había tenido que convencer para viajar 40 km desde nuestra ciudad de residencia (Jojutla, Mor.) a la capital del estado. Y él reprobó la película sin escatimar recursos. Confieso que lo único que entendí fue el paso evolutivo de los homínidos. Pero disfruté las imágenes, los cascos, las naves tipo NASA.

     Ahora espero. Espero no sucumbir, gracias a los cigarrillos, antes de que finalmente alcancemos Marte (y espero una larga y detallada transmisión del evento). Es más, espero algún día poder abandonar la atmósfera y simplemente echarle un vistazo, a esa negrura inmensa, ahora tan facilmente reproducible en las películas de CF.
     Aún muerto, me gustaría ser lanzado al espacio. El tiempo ha avanzado. Ya no soy un niño. Mis familiares, sin embargo, siguen viendo con ojos desconfiados mis declaraciones de querer ser sepultado en el espacio infinito, mandado al cosmos, ya sin aliento, a vagar por esa inmensa catedral, ahora inaccesible para alguien tan simple y soñador como quien esto escribe.
     Espero. Simplemente espero.

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Material publicado originalmente en el número 3 de La langosta Se Ha Posado en Diskette, correspondiente a Julio de 1994, con motivo de los 25 años del alunizaje.

Cuando el futuro nos alcance

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Mesa redonda en el marco del 1er Festival Nacional del Libro en Neza
©2013, Ana Delia Carrillo
Zárate y BEF (Bernardo Fernández)

Organizada por la Brigada para Leer en Libertad, este 1er Festival Nacional del Libro en Neza buscaba abrir las puertas de lo literario a esta ciudad mítica, fagocitada por la macrociudad. Fagocitada, pero no borrada. Para muchos de los que asistimos fue un hecho inédito el visitar sus boulevares, descubrir "La cabeza de coyote" de Sebastián como suerte de Cancerbero en el umbral a la calles y su explanada delegacional, donde, de hecho, se llevó a cabo todo el evento.

Porcayo y yo, para variar, ese 29 de junio, llegamos barriéndonos, justo cuando Bef y Zárate arrancaban sus charlas. Por sobrecarga de trabajo, en esta ocasión no contamos con el anfitrión mayor, con Paco Ignacio Taibo II. El título, en sí, es inspirador. A mí me recuerda la versión en español de la película Soylent Green, traducida como "Cuando el mañana nos alcance".

Y básicamente de eso hablaron. Para no perder la costumbre, Zárate se explayaba de cómo se siente como pez en el agua con las redes sociales, Twitter y los memes, cómo ahora logra distribuir e impactar consciencias con sus minicuentos.

Ana Delia, en primera fila, tomando apuntes
Bef, al percibir la llegada de Porcayo, hizo las obvias presentaciones y lo soltaron al ruedo. Porcayo habló de que este futuro resultaba decepcionante para él y que en sus exploraciones sobre esa percepción había descubierto que si la CF fílmica de los cincuenta le impactaba visualmente tanto, era por la traducción que los autores hacían de los uniformes urbanos que en ese momento existían (en los 50's): los hombres con trajes, las mujeres con faldas chanel, eso exportado al futuro daba monotrajes plateados, minivestidos plateados. Una utopía de belleza que no veía en el presente. Una utopía que se traducía, básicamente en computadoras potentísimas en un  celular, pero que dejaba "el mismo metro anaranjado y la misma suciedad de las calles".

Bef, pese a su resistencia (en varios momentos aseguró que prefería que Zárate y Porcayo hablaran, pues el era habitante del DF), aprovechó para reiterar su frase ya clásica: "no supimos en qué momento el futuro pasó de los Supersónicos al de Blade Runner" y de ahí a hablar precisamente de que luego de la infancia, el único futuro consistente para él era el de Blade Runner y que estaba sucediendo un fenómeno especial apegado a ese filme: "todo mundo sabe cómo será el futuro hasta noviembre de 2019, pero después de eso estamos a ciegas".

Zárate retomó ambos discursos, habló de esos futuros limpios, asépticos, llenos de robots y autos voladores y de su contraste a través de Blade Runner, para luego centrarse en el cine de luchadores y en esa especial fantasía que para él significaba el Santo: "un hombre que trabaja en las arenas de todo el país durante la semana y que el fin de semana se dedica a combatir el mal a través del cine". Aseguró que ese tipo de ficción le había hecho mantenerse más apegado a la tierra y no adquirir el pesimismo cyberpunk de Blade Runner, ni ese canto triunfal de la sociedades asépticas y uniformadas de los Supersónicos.

Derivaron sobre detalles, debatieron sobre percepciones. Publicitaron que ahora sí, Porcayo llevaba su novela Dolorosa para la venta y que Bef estaba estrenando Cuello Blanco. Zárate habló de sus ediciones virtuales y se dio paso a preguntas y respuestas.

Hubo quienes agradecieron la feria y hablaron de que Ciudad Neza también ha producido autores. Bef se refirió a varios y Porcayo agregó que el recién departido Juan Hernández Luna también se encontraba entre los autores oriundos.

Las siguientes son algunas de las preguntas y respuestas que alcancé a capturar:

Público: ¿Qué esperaban del futuro?
Porcayo: Siempre he tenido una visión pesimista, las utopías no son lo mío. Al escritor de CF se le acusa de escapista cuando en realidad se narra una metáfora del presente.
Zárate: En México ha existido CF desde hace mucho. El escritor de CF mexicano prefiere escribir distopías.

Público: ¿Cómo se imaginaban al llegar al 2013?
Zárate: Como 2001 Odisea del Espacio.
Porcayo: Yo quería ser astronauta o robot, cuando era niño. En el 84 me di cuenta de que habría proyectos astronáuticos que no se llegarían a cumplir. Alcanzar "la última frontera" se quedó en el camino.

Público: ¿Por qué escribir Ciencia Ficción?
Porcayo: La CF me dio esperanza en el ser humano. La literatura que quería leer no la encontraba, así que decidí escribir precisamente lo que no había.
BEF: Haber crecido con la Guerra Fría hizo que, a la hora de escribir, me diera cuenta de que el futuro ya nos había alcanzado.

Al terminar hubo espacio para firmas y aunque los ánimos de festejo nos impulsaban a seguir juntos, las múltiples actividades nos obligaron a volver por separado a nuestras casas, no sin antes aprovechar algunas de las ofertas libreras que siempre hacen las ferias del libro organizadas por la Brigada para Leer en Libertad.

Ojalá hubieran estado ahí. Ojalá nos veamos en la próxima feria del libro.

Sobre DOLOROSA de Gerardo Horacio Porcayo

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©2013, José Luis Zárate Herrera

Hablemos de oscuridades, nos dice Porcayo en su novela. Dolorosa. Hablemos de abismos, de noches enormes y secretas, de infiernos particulares, de órbitas insanas sobre cielos nocturnos. De destinos escritos minuciosamente en sangre, sobre pieles ajenas, en el dolor de los inocentes. Hablemos de la necesidad, de la boca hambrienta que pueden ser nuestros deseos. Hablemos de ello lenta, tranquilamente. A pesar de los temas tratados, no podemos negar que horror no está divorciado de lo hermoso. Y hablar de belleza y lo sutil no puede ser malo ¿verdad? Hablemos de que los límites son arbitrarios, y la razón que mueve el mundo puede ser trastocada por la fuerza de una voluntad. De que — a veces — el infierno es cuidadosa, minuciosamente preparado por nosotros mismos. Y es que el camino hacia él no sólo esta pavimentado de buenas intenciones, a veces cada escalón es una advertencia pero no podemos dejar de seguir su rastro. Orfeo lo sabe: el infierno puede no ser más que una estación de paso en la búsqueda de una mujer. Hablemos, repito, de oscuridades. Y no sólo aquellas evidentes, como la noche y las criaturas que forjan en ella una melodía hermosa, no de la oscuridad secreta de la sangre derramada, de los gritos de quienes claman por piedad en vano. Hablemos de la máxima oscuridad. Aquella que pesa, incluso sobre los cuerpos inmortales de los condenados. De los vampiros que pueblan estas páginas. Hablemos de esa oscuridad terrible incluso para quienes se alimentan cada noche de la muerte, para quienes la tortura de doce indefensas mujeres no es más que un largo y triste juego, un símbolo incompleto de sus necesidades.
     Hablemos, pues de amor.
     Para mí, la esencia del amor puede resumirse en una estrofa de una canción de cri-cri: “Te quiere la araña, y el viejo veliz/También yo te quiero... y te quiero feliz”. Te quiero feliz. Tan sencillo e imposible como ello. Ese el pecado del protagonista, de nuestro innominado narrador: en la ecuación de su relación, sus necesidades (su propia persona, el mundo — incluso) son hechos a un lado, prescindibles. Lo único que desea, lo desea para y por Abigail. Vampira sedienta más que de sangre, de respuestas. Necesidad desnuda de un absoluto, del hecho que le de coherencia al mundo que ha creado, una explicación al porqué su pequeño calabozo de torturas continua en pie. Es una afrenta a la cordura del mundo, un pecado a ojos vistas, tanto dolor que infringe, tanta saña ¿no exige una respuesta? Su carne inmortal debe tener un porqué. Ella se hace las preguntas que uno acaba por hacerse a las 3.20 de la mañana, cuando la noche pesa demasiado para nosotros y el amanecer se encuentra aún al otro lado del mundo: ¿qué sentido, qué finalidad, qué voz, qué mano, qué ojo trazó esta atroz simetría? La soledad creciendo en el vacío. Uno puede entender a esta vampira, enferma de preguntas. Uno puede comprender que sienta miedo de su propia piel sobrenatural, del misterio en que se ha convertido ella misma. Duda encarnada.
     Cuesta más trabajo comprender a su amante.
     Abigail es su universo. Un credo sencillo. Pero ese universo se está desintegrando lentamente. Como el nuestro, cierto, pero a él le duele cada partícula desecha, cada agujero negro, cada estrella colapsada. El protagonista posee poderes casi divinos, es un ángel negro que no conoce los límites de la carne y de la muerte. Y no puede hacer nada. Y lo descubre haciéndolo todo. Es el brazo armado de su amada. Es Igor, y el testigo de los hechos de Abigail. El oído atento, el ojo que no se atreve a cerrarse, la sensibilidad sedienta que bebe de cada acto atroz, de cada nueva tortura, es el desierto en donde la voz de su amada clama, sin respuesta. Y a la vez es nada. Es una sombra, en medio de la noche. De una oscuridad más grande que ellos dos. Y lo sabe.   En estas páginas existen cadáveres hundiéndose en una laguna de aguas negras, una resurrección parcial de carne devastada, cuerpos arrancados de la tumba y asesinatos sin piedad alguna. Y ello no es lo más terrible.
     Es el conocimiento del cual ninguno de nosotros está a salvo.   ¿No hay un momento en el que todos comprendemos que nada se puede hacer, que los hechos están más allá de nuestras acciones?  El instante antes del choque, la frase que rompe la relación, el acto que no puede ser negado y nos hiere /y seguirá hiriendo/ por siempre. Nuestro narrador, con el poder de los seres de la noche podría ser Puck y Ariel; y en nombre de su amada derribaría el mundo. Pero ella está más allá de su ayuda. Más allá del amor de la araña y el viejo veliz.
     Lo peor que puede hacerse a la literatura es leerla literalmente, por supuesto. Y lo peor que puede hacerse as esta historia es creer que sólo se trata de vampiros, esos nuevos héroes románticos que más que amar la muerte se han encarnado en ella.
     En sus últimos tres libros, Porcayo ha indagado los límites de esos símbolos, los ha cargado de nuevos significados, los ha convertido en sombras de nuestros mundos.
     No siempre con gusto, por cierto. Esos espectros pálidos con una vida paralela a la realidad, en su mundo que niega otros mundos, patéticamente encerrado en sí mismo; nihilista y decadente; se ha abierto paso, a fuerza, por esas líneas.
     Pero, eso el autor lo sabe, nadie escoge a sus fantasmas.
     Los deja apoderarse de su prosa y de su imaginación. Nos descubre algunas verdades no por sencillas menos terribles o secretas.
     No es divertido ser vampiro. Aunque uno desee serlo terriblemente. Por que los cambios espectaculares, los ritos nuevos, los amaneceres de sombras y los cielos eternos bajo las estrellas no dan, ni son, una respuesta.
     Tampoco el amor.
     Es duro aceptarlo. Dar la vida por el ser amado no lo soluciona todo. No en la realidad. No en la vida de estos vampiros. No en la nuestra.
     El amor no puede salvarnos del mundo, aunque nos lo han hecho creer así. Ni siquiera — terrible verdad — nos puede salvar de la persona a la que nos hemos entregado.
     El término “Amores malditos” tiene más que una acepción.
     Dolorosa, novela de Gerardo Horacio Porcayo, nos invita a descubrirlas todas.
     Algunas hablan, incluso, del propio lector. Y descubrirlo es, por supuesto, otra verdad Dolorosa.
    
Porcayo, Gerardo Horacio. Dolorosa. LD Books,  México, 2013.
    

LA DIVA HA MUERTO, VIVA LA DIVA

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Editorial Inusual
©2013, Eugenio Zigurat


Porque no sólo de literatura y poses vive el escritor y tampoco los verdaderos hombres; porque estuve insistiendo hasta derribar las defensas jerryconesas que a veces previenen que lo kitch y la basura (que no el kippel ni el gomi) lo atasquen todo; porque las grandes energías y las grandes empresas, las grandes guerras y hasta las grandes obras derivan de ellas, de las divas, teníamos que sacar este número.

Por ellas, las divas, las Helenas, las Lolitas, las Marilyns, las Dolores del Río, las Doñas, las Vivien Leight, las Kim Novak, las más extremas, las más raras y exóticas, por las más personales divas que han estado ahí, aunque no lo sepan ni quieran saberlo, para salvarnos o hacernos la vida cuando no teníamos más que andrajos de existencia. Por y para ellas va este número.

Y va como acostumbra ir en esta Langosta: de a como toque y venga, pero eso sí, con nuestras mejores, más acabadas o más apasionadas pasiones y no necesariamente en ese órden, pero, eso sí, sin olvidar dos ingredientes básicos: lo fantástico y lo cienciaficcionero, porque aunque a nuestro director a veces se le suba lo exquisito, este blogzine ama a la CF, a la fantasía y al terror. Y tengan esto, pues pa que se entretengan...

Blues por una chica galáctica

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©2013, Eugenio Zigurat
Imagen tomada de Wikipedia

Hoy cumpliría 50 años, era de origen canadiense y antes de morir fue declarada playmate del año (1980) y alcanzó a ser protagonista de una película que aunque debería ser de culto, hoy en día está casi olvidada. La película se llamaba Galaxina y la diva en cuestión respondía al nombre de Dorothy Stratten.

Como la del mago de Oz, fue arrebatada de este mundo por un torbellino, aunque uno de celos que su marido protagonizara y con ello la arrancara de toda futura puesta en escena filmica, de toda posibilidad de desarrollo. Claro, también la arrebató de las garras de la vejez, pero ahora, en pleno 2013, no sabemos si eso ayudó (como en el caso de la Monroe y de tantas otras) a mantener o a acrecentar su fama.

Galaxina fue una de esas películas que uno encontraba de rebote en las casas de rentas de VHS cuando el mundo aún era analógico y existía algo más allá del blockbuster y los comercios piratas. Ni siquiera recuerdo de dónde la renté, fue en el mismo lugar donde encontré la animación de Frank Frazzeta y, como con esa película, la portada fue suficiente anzuelo o carnada.

Sobra decir que estaba de moda lo galáctico. Star Wars se estrenó en el 77, Alien en el 79. Y Galaxina, en el 80, se adelantaba a Spaceballs (1987) de Mel Brooks y a tantas parodias que vendrían después, y no estoy hablando de películas chafas que terminaban siendo parodias por muy en serio que se tomaran sus directores o sus actores y artistas. Galaxina fue dirigida por William Sachs y jugaba con los tópicos del viaje intergaláctico, la hibernación y el encuentro con razas alienígenas, aunque en escencia jugaba con la puritana idea de la robot sexy pero asexuada cuya mayor prueba de humanidad consisten en enamorarse.

Ahora, en pleno siglo XXI quizá la cinta resulte en exceso inocente; sí, sobre todo ahora que existen Sex Dolls y ahora que parece que el desarrollo androide tiene como fuente económica precisamente el sexo.

Anticipándose a Schwarzzenegger, la Stratten montaba escenas de perfecta frialdad inenteligible y canchondo desenvolvimiento motor...

Todo lo que diga pudiera ser nada. Una imagen habla más que mil palabras. Una serie de ellas, en un trailer, aunque sea con resabios setenteros, habla mucho más:



Y si les interesa, Youtube tiene por ahí ya completa la película (prometo re verla lo más prointo posible).

Pero, más allá de toda justificación intelectualoide, de toda postura crítica, el hecho es uno: Galaxina fue un sueño, una inspiración más allá de la humedad sueñera o ficcional, un punto de partida que seguro muchos de los actuales creadores de muñecas amatorias, tuvieron como precedente, mucho antes de Cherryh 2000 y su actriz Melanie Griffith...

La Stratten ha sido rescatada en las biopics "Death of a Centerfold: The Dorothy Stratten Story" (1981) y "Star 80" (1983). Brian Adams dedicó, según la wikipedia, la rola "The best was yet to come" a su memoria...

Aparte de sus escenas de moda y piel, del capitán fumando puros mientras se ejercitaba en el gimnasio de la nave, lo que más recuerdo es la búsqueda mística que articulaba el pretexto narrativo: la búsqueda de su propio grial que cada vez que era mencionado, de la nada, de todas partes, surgía en coro el nombre otra vez: "The blue star, ah ha...".

Blues por una chica de playboy, por una Pre Real Doll de la CF mucho antes de lo que muchas mentes puritanas quisieron imaginar. Una Diva para recordar y regozar...

Premios Puebla y de Cuento Fantástico y de CF hasta 2012

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© 1998-2013, La Langosta Se Ha Posteado |


El Premio Nacional "Puebla" de cuento de ciencia ficción, nació en 1984, gracias al entusiasmo y pasión de Celine Armenta, en ese entonces, coordinadora del Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología del Estado de Puebla (CECyT).

Buscando una amplia difusión, una afinidad en las búsquedas, se puso en contacto con la revista Ciencia y Desarrollo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Y bastaron unas cuantas charlas, para descubrir cuánta falta hacia este premio. La convocatoria se difundió masivamente..

Y la respuesta no se hizo esperar.

La convocatoria fue de inmediato acogida en distintos ámbitos y proseguida hasta 1993, cuando la directiva del CECyT, cambió.

Durante 1994, la convocatoria brilló por su ausencia, hasta 1995, cuando el premio fue retomado por la Secretaría de Cultura del Estado de Puebla.

Este Premio ha sido uno de los motores fundamentales para el desarrollo de la ciencia ficción en México. Gracias a él, los autores, antes desperdigados, solitarios, pudieron encontrarse y reunir esfuerzos.
Hasta la novena edición del premio, los cuentos ganadores y varias menciones honoríficas, fueron publicadas en las páginas de la revista Ciencia y Desarrollo.

Principios de Incertidumbre, antología publicada por el Gobierno del Estado de Puebla, en su colección V Centenario (18 de agosto de 1992) reúne los cuentos premiados hasta la octava edición y a tres menciones honoríficas de gran trascendencia.

La revista Umbrales, publicó también gran parte de este material durante sus 35 números de vida.
Esta Langosta presentaría con gusto todas estas obras, pero, dadas las dificultades para conseguir a sus autores y obtener su permiso para publicarlas en internet, sólo te proporcionamos a continuación, la lista de ganadores.


Convocó: Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología y Revista Ciencia y Desarrollo

Premio Nacional "Puebla" de Cuento de Ciencia Ficción
I.- 1984. La Pequeña Guerra de Mauricio-José Schwarz
II.- 1985 Crónica del Gran Reformador de Héctor Chavarría
III.- 1986. Desierto. Mención Especial: El que llegó al Metro Pino Suarez de Arturo César Rojas
IV.- 1987. El Viajero de José Luis Zárate Herrera
V.-1988. Pandemia de Gabriela Rábago Palafox
VI.-1989. El Último Día de Cedric Hamilton de Sergio de Regules
VII.- 1990. Manco a Orillas del Floss de Isabel Velázquez Oliver
VIII.- 1991. La Disuasión de Luis Gutiérrez Negrín
IX.- 1992. Feliz Advenimiento de Olga Fresnillo de Espinoza
X.- 1993. Imágenes Rotas, Sueños de Herrumbre de Gerardo Horacio Porcayo
1994.- Sin Convocatoria

Convocó: Secretaría de Cultura de Puebla

Premio Nacional de Cuento Fantástico y De Ciencia Ficción
XI.- 1995. Soralia de Juan Hernández Luna
XII.- 1996. El Despertar de Rodrigo Pardo Fernández
XIII.- 1997. La Ocasión del Verdugo de Ramón González Solano
XIV.- 1998. Hielo de José Luis Ramírez
XVI.- 1999. Ella de Sergio Julián Monreal Vázquez
XVII.- 2000. Cor Digitali Chisti de Carlos Alberto Limón Cortés
XVII.- 2001. Realidad de Juan Barranco Monarca
XVIII.- 2002. Comin'o'Age de Ricardo García Mainou
XIX.- 2003. Edén subvertido de Ricardo Magaña Hernández
XX.- 2004. El caso del doctor Harrington Gerardo Arturo Zepeda Ordorica
XXI.- 2005. La columna de Javier González Cárdenas
XXII.- 2006. Noticias desde París de Gustavo Ogarrio Badillo
XXIII.-2007. La caída del cielo de Ricardo Chávez Castañeda
XXIV.- 2008. Julieta de los espíritus de María Luisa Erreguerena Albaitero
XXV.- 2009. La cofradía del Gran Gato de Danner González Rodríguez
XXVI.- 2010. Salón Rojo de Federico Vite López
XXVII.- 2011. Presente imperfecto de Rodolfo Jiménez Morales
XXVIII.- 2012. Rumbos perdidos de Guillermo Marquet Rubial

Reunidos al fin los Premios Puebla de CF

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*Auroras y Horizontes es el nombre de la Antología*
©2013, Ana Delia Carrillo 

Iniciado desde 1984 por el CECyTEP y continuado a partir del 95 por la Secretaría de Cultura de Puebla, el hoy conocido como Premio Nacional de Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción, es al fin antologado en un tomo de 400 páginas bajo el título Auroras y horizontes. Antología de cuentos ganadores Premio Nacional de Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción 1984-2012, gracias al esfuerzo y coordinación del Mtro. Jorge Arturo Abascal Andrade en una coedición CONACULTA. CECYTEP, Gobierno del Estado de Puebla, Colegio de Puebla, BUAP y la Universidad Iberoamericana Puebla.

Con un prólogo mínimo, atmosférico, José Luis Zárate introduce este volumen que incluye a los 27 cuentos ganadores, más la ya mítica mención especial (Premio sin título, pero por toda la comunidad ciencia ficcionera, menos los jurados, concedido) al cuento El que llegó al metro Pino Suárez de Arturo César Rojas.

De acuerdo a Jorge Arturo Abascal, director de literatura del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Puebla: "Auroras y Horizontes es el resultado de un ya largo recorrido por los caminos de la literatura de Ciencia Ficción mexicana. Los más aventajados exponentes de este género están reunidos en esta antología (...) es un libro disfrutable y sorprendente, premisas inamovible de este género literario."

En una edición en verdad cuidada, con aire suficiente y una amable tipografía que atiende más al lector en esa búsqueda de conminarlo a la lectura, que al historiador (como en el caso del primer libro de los Premios Puebla, publicado en 1992 e intitulado Principios de Incertidumbre), la antología recorre en orden cronológico la historia del proceso de imaginación de nuestro pueblo.

El volumen viene a llenar el largo vacío editorial que se extendiera desde 1995 y que impedía en muchos casos la lectura de estas obras.

La única nota triste, discordante es que, fiel a la tradición mexicana, el volumen sólo tuvo un tiraje de 1000 ejemplares, si a eso le agregamos el número elevado de coeditores, podemos prever una mínima distribución para el público en general, así que, en verdad, les recomendamos adquirir, tan luego lo vean, su ejemplar.

"La Torre y el Jardín" se presentó en la Casa del Escritor

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©2013, Gerardo Horacio Porcayo

Ayer, 21 de agosto de 2013, en el Auditorio Sergio Pitol de la Casa del Escritor, se llevó a cabo la presentación de una de las novelas fantásticas más recientes que han llamado la atención por igual en foros tan extremos como las publicaciones especializadas (alternativas, marginales, contestatarias, subterráneas) y las de la elevada  (Letras Libres o Crónica, por ejemplo) literatura o cultura.

Una cosa resulta visible de inmediato, es una novela que no pasa desapercibida. Y así quiso darlo a entender José Luis Zárate, al mencionar su nominación al Premio Internacional Rómulo Gallegos, y al arrancar con una serie de consideraciones sobre la labor misma de presentar un libro que tiende siempre a revelar spoilers, a dar pistas claves sobre el desarrollo argumental; para evitar ello, Zárate empezó a describir las atmósferas conseguidas, las filigranas tejidas para su composición que corre en múltiples canales o sendas narrativas. Mencionó incluso la popularidad y presencia en los medios electrónicos del personaje central, Horacio Kustos (a quien comparó con el Héctor Belascoarán Shayne de Taibo II), suerte de testigo pasivo de los efectos especiales, de lo que sucede en esa torre, en ese jardín... Una suerte de invitado especial, explorador contemplativo que atisba en lo desconocido. En una nueva cosmogonía, en esa invitación a un universo de extraña lógica, pero aún coherente...

Alberto, por su parte, aseguró: "Horacio Kustos es un explorador que busca lo que aún resta de extraño en el mundo" y a partir de ahí relató su largo devenir escritural que le tomara cerca de nueve años y acabara justo un día antes del día en que las principales acciones de la novela ocurren.

Chimal comentó el especial proceso creativo que lo mantuviera desde 2003 hasta la finalización de la obra, alrededor siempre de la figura de Horacio Kustos y que esta especial alquimia hizo posible la escritura de la novela con su extensión y propuesta literaria.

Tal como acostumbra, Chimal leyó ejemplos fundamentales de entre las múltiples historias que plagan su volumen. Hubo sesión de preguntas y respuestas y esa extraña atmósfera de que, en verdad, algo había pasado ahí. Algo con huella.



Miradas oscuras de realidad

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(C)2013, Eugenio Zigurat

Esto va a ser rápido y simple, porque es producto del surfeo y aunque yo creo que Sifuentes escribió este trabajo, "Sobre el ataque de los animalillos invisibles" en Planetaria, sin dejar de pensar en Dick; al final al parecer olvidó mencionarlo. Una mirada a la oscuridad es una de esas novelas de Philip K. Dick en el filo de la realidad y la CF; más realista y menos galáctica, con menos gadgets y androides, casi en exclusiva referida a los problemas de la droga, desde los dos extremos: consumidor-vendedor; aunque podríamos incorporar el tercero: el infriltrado de policía venido a consumidor.

     En este difícil trance de no dar spoilers, no puedo contarles ni el artículo de Sifuentes, ni la novela de Dick, pero creo que basta con mencionar que la novela arranca con un personaje infestado de ácaros y el artículo de Sifuentes trata sobre la doctora  Jay Traver y su ensayo Dermatitis inusual en el cuero cabelludo humano ocasionada por ácaro dermatofagoide, publicado en un medio especializado y que al final resultara tan alucinatario (en cuestión acárica) como los ácaros del personaje adicto de la novela de Dick.

     Nota sin fin, que les invita a leer el artículo de Sifuentes, la novela de Dick y en última instancia a ver la película protagonizada por Robert Downey Jr. y Winona Rider :


     Y a maravillarse con este rebote de viaje dickiano, ahora, en pleno siglo XXI y con los problemas de las drogas, los carteles y los infiltrados tan en boga.

     ¿Fue Jay Traver inspiración para su novela o sólo una gran coincidencia? ¿Existen las coincidencias? ¿Por qué  Keanu Reeves se parece más a sí mismo en la actualidad que a Neo en esa película?

Gernsback para escribir

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(C) Eugenio Zigurat

Si no fuera porque ya hay una sección aquí, esto empezaría a llamarse los hallazgos de Eugenio o sus rebotes en la red, porque esta joyita la encontré surfeando en las olas informática de internet hasta alcanzar la Invasión Abisal, no fue algo para nada premeditado o cosa siquiera imaginada. De Gernsback conozco poco y nada sabía en particular de este invento que de acuerdo a lo ahí posteado data de julio de 1920, de la revista Science And Invention; como no tengo acceso al contexto no sé si era broma, algo serio o parte de su derivar a la CF, lo cierto es que refleja lo que ya sabíamos por Kafka: terrible es la burocracia y más quien la aguanta. Primera escafandra para la difícil tarea de ponerse a escribir fuera de este mundo en un mundo tan estrecho y aterrizado como la oficina. Nomás de verlo ya se me han ocurrido maneras de empezar a fabricarme uno, aunque sólo lo pueda yo usar en la intimidad de mi propia y escandalosa casa.
La invasión abisal, según parece es hecho por Joaquín Peón Iñiguez y sólo espero que al director de este blogzine no se le empiece a contagiar este tipo de plantillas que ya habíamos visto con Planetaria! de Sifuentes. Dense vueltas por ahí, la cosa sigue gratis, al menos en Internet.

Número por el maestro del cuento

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(c)2013, Eugenio Zigurat

Ya no es nada nuevo, desde el 7 de octubre estamos en esa esquizofrénica celebración por la muerte de Edgar Allan Poe, acaecida el 1849 en Baltimore, sumando ya la friolera de 164 años de desaparecido de este mundo. Desde el 9, nuestro director se ha dedicado a hablar de él, primero en la charla que tuviera con Gerardo Zepeda Ordorica y con Gerardo Oviedo y luego, ayer con Arturo Abascal en la Casa del Escritor, donde de manera conjunta se dedicaron a hablar y admirar la obra de este maestrísimo. Para variar Porcayo señaló que no sólo fue Poe el Inventor del Policiaco, sino de la CF y del Terror racionalizado. El número, como en otras ocasiones lo subiremos a cuenta gotas. Va hoy la portada y este breve tente en pie. Luego. Luego irán viendo todo lo que hemos preparado para ustedes. Abur...

Poe en la Langosta, Un recuento para recién llegados

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©2013, Eugenio Zigurat 

Como sabemos que en la red todo es efímero y la memoria se queda en la compu, va un listado de trabajos en torno a Edgar Allan Poe que se han publicado aquí (o en Lobosector). Mi pequeña contrubución hoy es este bosquejo que acompaña a la entrada:


Annabel Lee de Edgar Allan Poe (Poema)Traducción de Porcayo
El Legado Valdemarde Gerardo Horacio Porcayo
(noveleta Homenaje a Poe)
El Cuervo de Edgar Allan Poe
traducción de 1887 de J.A. Pérez Bonale

Wallpaper de Poe a crayola de Porcayo



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