©2015, Ana Delia Carrillo (por la traducción)
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El siguiente cuento inédito fue encontrado en la página Philip K. Dick Fan Site, en la sección Literary Criticism, de acuerdo a la breve intro de la página, según la biografía de Anne Dick sobre PKD, el cuento lo envió a Daniel Gilbert en septiembre de 1978.
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En la parte trasera del autobús un borrachín viejo y andrajoso, encorvado en su asiento, sostenía una botella de vino mal disimulada en una bolsa de papel de estrasa. Parecía mirarme fijamente --de una manera apática y deprimida-- y me encontré mirándolo de regreso. "¿No me reconoces?" dijo el borrachín repentinamente. "No", respondí, esperando que su limitado lapso de atención se desviara de mí. Pero el borracho se levantó tambaleante, y arrastrando los pies se sentó junto a mí. "Soy Phil Dick", dijo con voz ronca, "al final de mi vida. ¡Vaya si he cambiado!, ¿eh?", se rió pero sin alegría. "¿Así es como un gigante de nuestra especialidad termina?", pregunté sorprendido, con una angustia creciente. "Mi vida fue un fracaso interminable", dijo Phil, y pude ver que ciertamente era Phil Dick: reconocí los ojos, la mirada llena de dolor pero aún orgullosa de alguien que ha conocido el tormento pero no se ha inclinado ante él. "Matrimonio tras matrimonio directo al caño... sin dinero... mis hijos y amigos abandonándome, todas mis esperanzas de una familia y de estabilidad destrozadas." Dio un trago inadvertido de la botella; Ripple, al parecer.
"Pude haber sido un éxito como escritor," dijo, "pero ¿qué importa todo eso, realmente? Vivir solo, año tras año, en un cuarto rentado, evadiendo al fisco, con interminables cuentas de manutención de hijos, esperando vanamente a la chica perfecta, la chica que, cuando finalmente aparecía, sólo se reía de mí." Sus ojos se llenaron de lágrimas. "Ser un gigante de la ciencia ficción no es la gran cosa," dijo, con voz áspera. "Es como dijo Goethe: el campesino con su hogar y esposa e hijos es más feliz que el más grande filósofo."
Detrás nuestro se escuchó una risa aguda. "A mí me va muy bien," una voz fina como agujas se dejó oír entre nosotros. Volteando, vi que era Harlan Ellison, vistiendo un pulcro traje, su cara danzaba de satisfacción. "Mala suerte, Phil, pero tenemos lo que nos merecemos. Hay una lógica en el universo.""Okey, Harlan," murmuró Phil, aferrándose a su botella de vino. "Deja eso.""Habrás terminado en el desagüe," continuó Harlan, desvergonzadamente, "pero yo tengo mi gran casa en Sherman Oaks; tengo una biblioteca con mis miles de -"
"Te conocí cuando eras un fan bobalicón," interrumpió Phil. "En 1954 te di un cuento para tu fanzine.""Y era un mal cuento," dijo Harlan con una sonrisa burlona. Phil murmuró, inciertamente, "Pero dijiste que te había gustado.""Me gustó el nombre del personaje principal," corrigió Harlan. "Waldo. Recuerdo perfectamente lo que dije: dije 'siempre admiro a la gente llamada Waldo.' El cuento lo tiré a la basura."
Desplomado en su miseria, Phil no dijo más. El autobús continuó su camino, y mientras yo escudriñaba a Harlan Ellison regodearse, divertido, y a la figura derrotada y triste a mi lado, me preguntaba de qué se trataba todo esto, para qué. ¿Cuál de los dos me inspiraba más lástima? ¿El regodeo cruel y triunfante, o la miserable desesperación? Era difícil decirlo.
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El siguiente cuento inédito fue encontrado en la página Philip K. Dick Fan Site, en la sección Literary Criticism, de acuerdo a la breve intro de la página, según la biografía de Anne Dick sobre PKD, el cuento lo envió a Daniel Gilbert en septiembre de 1978.
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En la parte trasera del autobús un borrachín viejo y andrajoso, encorvado en su asiento, sostenía una botella de vino mal disimulada en una bolsa de papel de estrasa. Parecía mirarme fijamente --de una manera apática y deprimida-- y me encontré mirándolo de regreso. "¿No me reconoces?" dijo el borrachín repentinamente. "No", respondí, esperando que su limitado lapso de atención se desviara de mí. Pero el borracho se levantó tambaleante, y arrastrando los pies se sentó junto a mí. "Soy Phil Dick", dijo con voz ronca, "al final de mi vida. ¡Vaya si he cambiado!, ¿eh?", se rió pero sin alegría. "¿Así es como un gigante de nuestra especialidad termina?", pregunté sorprendido, con una angustia creciente. "Mi vida fue un fracaso interminable", dijo Phil, y pude ver que ciertamente era Phil Dick: reconocí los ojos, la mirada llena de dolor pero aún orgullosa de alguien que ha conocido el tormento pero no se ha inclinado ante él. "Matrimonio tras matrimonio directo al caño... sin dinero... mis hijos y amigos abandonándome, todas mis esperanzas de una familia y de estabilidad destrozadas." Dio un trago inadvertido de la botella; Ripple, al parecer.
"Pude haber sido un éxito como escritor," dijo, "pero ¿qué importa todo eso, realmente? Vivir solo, año tras año, en un cuarto rentado, evadiendo al fisco, con interminables cuentas de manutención de hijos, esperando vanamente a la chica perfecta, la chica que, cuando finalmente aparecía, sólo se reía de mí." Sus ojos se llenaron de lágrimas. "Ser un gigante de la ciencia ficción no es la gran cosa," dijo, con voz áspera. "Es como dijo Goethe: el campesino con su hogar y esposa e hijos es más feliz que el más grande filósofo."
Detrás nuestro se escuchó una risa aguda. "A mí me va muy bien," una voz fina como agujas se dejó oír entre nosotros. Volteando, vi que era Harlan Ellison, vistiendo un pulcro traje, su cara danzaba de satisfacción. "Mala suerte, Phil, pero tenemos lo que nos merecemos. Hay una lógica en el universo.""Okey, Harlan," murmuró Phil, aferrándose a su botella de vino. "Deja eso.""Habrás terminado en el desagüe," continuó Harlan, desvergonzadamente, "pero yo tengo mi gran casa en Sherman Oaks; tengo una biblioteca con mis miles de -"
"Te conocí cuando eras un fan bobalicón," interrumpió Phil. "En 1954 te di un cuento para tu fanzine.""Y era un mal cuento," dijo Harlan con una sonrisa burlona. Phil murmuró, inciertamente, "Pero dijiste que te había gustado.""Me gustó el nombre del personaje principal," corrigió Harlan. "Waldo. Recuerdo perfectamente lo que dije: dije 'siempre admiro a la gente llamada Waldo.' El cuento lo tiré a la basura."
Desplomado en su miseria, Phil no dijo más. El autobús continuó su camino, y mientras yo escudriñaba a Harlan Ellison regodearse, divertido, y a la figura derrotada y triste a mi lado, me preguntaba de qué se trataba todo esto, para qué. ¿Cuál de los dos me inspiraba más lástima? ¿El regodeo cruel y triunfante, o la miserable desesperación? Era difícil decirlo.