©2014, Sarah Banderas Martínez
*Una crítica sobria, cuasi desmitificadora, en torno a uno de los temas más amados en la obra máxima novelística de Cortázar. Justo hoy, en el centenario de su natalicio*
La monotonía le aterra a Horacio Oliveira, por ello inventa estrategias para evadirla y fingir que se encuentra con la sorpresa. Sin embargo, su vida en París es predecible, rutinaria. Quizá el único elemento cambiante, inesperado es La Maga a quien desprecia en lo profundo de su ser por parecerle ordinaria.
Una de las tácticas que concibe Oliveira para imprimirle ese toque sorpresivo a su vida son los encuentros “casuales” (aunque premeditados) con La Maga, que se describen en el capítulo sexto. Estos consisten en citarse vagamente en un barrio de la ciudad a cierta hora, dejándole a los teoremas probabilísticos la responsabilidad de unirlos o separarlos. Disertaban por horas los porqués de sus encuentros. Él los atribuía a la exactitud de las matemáticas y ella a los juegos del destino.
Para hacer sus “citas-no citas” amorosas más provechosas, ambos cargaban con un libro por si la fatalidad decidía caprichosamente que ese día no le apetecía unirlos y ante las circunstancias de su soledad debían optar -cada uno por su lado-, pasar el día sentados en un café leyendo. Esta propuesta fue aceptada más por resignación que por convicción por La Maga, quien prefería perderse entre los aparadores.
Asimismo, en este capítulo se hace patente la arrogancia de Oliveira derivada de la ignorancia de La Maga, a quien subestima y menosprecia por sus escasos conocimientos literarios. Ella, por su parte, colecciona resentimientos producto de la humillación que él le obsequia al negarse a ayudarla. A pesar de ello, ambos se dejan atrapar por sus juegos. Se atraen y se repelen con el único objetivo de vencer a la costumbre y renovar el amor.
En esta huida de la monotonía, Oliveira propicia situaciones grotescas y hasta cómicas tanto en París como en Argentina. El final de su odisea en su tierra natal (presentada en el capítulo 56) es un digno representante de la extravagancia del protagonista quien cierra con broche de oro su ir y venir por la vida buscando aquello que le ha sido negado.
Desde su regreso a Argentina, Oliveira desea sabotear la felicidad de Traveler para orillarlo a cuestionarse, a titubear en su intento de vivir satisfecho con lo que es y tiene, y quizá llevarlo al extremo de convertirse en él. El momento culminante de ese intento es el último diálogo que ambos sostienen momentos después de que el protagonista ha besado a la novia de su mejor amigo.
Horacio se encuentra sentado al borde de la ventana, con lo cual pretende poner a prueba la fidelidad de sus amigos. En ese instante de tensión se descubre a sí mismo en Traveler, quien se ha convertido en su lazarillo. En él se refleja su opuesto, su otra cara, aquella que no busca, que respeta a su pareja por lo que es sin forzarla a cambiar a su semejanza, aquella que se resigna a vivir bajo las normas y los entendidos sociales.
Oliveira está tentando su suerte: arrojarse hacia el precipicio porque su vida ha sido un fracaso –y lo único que realmente le importaba lo valoró demasiado tarde, con lo cual se revierte su filosofía de la búsqueda eterna pues aquello que no se busca y se tiene al lado es lo que a uno lo hace feliz- o se arriesga a vivir cómo siempre se negó a hacerlo. “Yo estoy vivo-dijo Traveler mirándolo a los ojos-. Estar vivo parece siempre el precio de algo. Y vos no querés pagar nada. Nunca lo quisiste” (450).
Sin embargo, Horacio parece entender que está predestinado al fracaso y solamente a través de su otro yo compasivo, que se representa en Traveler, podrá ser feliz: “una cosa sé y es que de tu lado ya no puedo estar, todo se me rompe entre las manos, hago cada barbaridad que es para volverse loco suponiendo que fuera tan fácil. Pero vos que estás armonía con el territorio no querés entender este ir y venir…” (457).
Oliveira se enfrasca en una búsqueda constante porque no quiere romperlo todo, no es su deseo boicotear su propia felicidad, pero simplemente así sucede: todo lo bueno que le sucede lo destruye. Por eso va y viene para encontrar ese algo irrompible.
En el capítulo 125 de “Otros lados” se aborda el tema de la realización, la búsqueda como individuo intemporal o histórico. En ocasiones sucede que cuando uno se encuentra, “el encuentro no cuaja”, pero entonces, si no es lo que se esperaba, ¿la búsqueda debe iniciar de nuevo o es que quizá nunca se detiene?
Oliveira tiene en La Maga la felicidad que necesita, más no la que espera. Mientras está a su lado, Horacio continúa en la búsqueda de un algo intangible, indefinible, algo que no tiene nombre. Entonces el encuentro de ambos no cuajó. Sólo cuando la pierde se da cuenta de que ya había encontrado “algo”.
En su vuelta a Argentina, Oliveira reconoce a Talita como una representación más sofisticada de La Maga, por eso nos parece que a lo largo de la trama trata de seducirla.
El reconocimiento de sí mismo en el otro y la realización personal a través de la búsqueda son temas transversales de Rayuela que reflejan la parte más humana del hombre.
BIBLIOGRAFÍA
Cortázar, Julio, Rayuela, México: Santillana Ediciones Generales, 2013.
*Una crítica sobria, cuasi desmitificadora, en torno a uno de los temas más amados en la obra máxima novelística de Cortázar. Justo hoy, en el centenario de su natalicio*
La monotonía le aterra a Horacio Oliveira, por ello inventa estrategias para evadirla y fingir que se encuentra con la sorpresa. Sin embargo, su vida en París es predecible, rutinaria. Quizá el único elemento cambiante, inesperado es La Maga a quien desprecia en lo profundo de su ser por parecerle ordinaria.
Una de las tácticas que concibe Oliveira para imprimirle ese toque sorpresivo a su vida son los encuentros “casuales” (aunque premeditados) con La Maga, que se describen en el capítulo sexto. Estos consisten en citarse vagamente en un barrio de la ciudad a cierta hora, dejándole a los teoremas probabilísticos la responsabilidad de unirlos o separarlos. Disertaban por horas los porqués de sus encuentros. Él los atribuía a la exactitud de las matemáticas y ella a los juegos del destino.
Para hacer sus “citas-no citas” amorosas más provechosas, ambos cargaban con un libro por si la fatalidad decidía caprichosamente que ese día no le apetecía unirlos y ante las circunstancias de su soledad debían optar -cada uno por su lado-, pasar el día sentados en un café leyendo. Esta propuesta fue aceptada más por resignación que por convicción por La Maga, quien prefería perderse entre los aparadores.
Asimismo, en este capítulo se hace patente la arrogancia de Oliveira derivada de la ignorancia de La Maga, a quien subestima y menosprecia por sus escasos conocimientos literarios. Ella, por su parte, colecciona resentimientos producto de la humillación que él le obsequia al negarse a ayudarla. A pesar de ello, ambos se dejan atrapar por sus juegos. Se atraen y se repelen con el único objetivo de vencer a la costumbre y renovar el amor.
En esta huida de la monotonía, Oliveira propicia situaciones grotescas y hasta cómicas tanto en París como en Argentina. El final de su odisea en su tierra natal (presentada en el capítulo 56) es un digno representante de la extravagancia del protagonista quien cierra con broche de oro su ir y venir por la vida buscando aquello que le ha sido negado.
Desde su regreso a Argentina, Oliveira desea sabotear la felicidad de Traveler para orillarlo a cuestionarse, a titubear en su intento de vivir satisfecho con lo que es y tiene, y quizá llevarlo al extremo de convertirse en él. El momento culminante de ese intento es el último diálogo que ambos sostienen momentos después de que el protagonista ha besado a la novia de su mejor amigo.
Horacio se encuentra sentado al borde de la ventana, con lo cual pretende poner a prueba la fidelidad de sus amigos. En ese instante de tensión se descubre a sí mismo en Traveler, quien se ha convertido en su lazarillo. En él se refleja su opuesto, su otra cara, aquella que no busca, que respeta a su pareja por lo que es sin forzarla a cambiar a su semejanza, aquella que se resigna a vivir bajo las normas y los entendidos sociales.
Oliveira está tentando su suerte: arrojarse hacia el precipicio porque su vida ha sido un fracaso –y lo único que realmente le importaba lo valoró demasiado tarde, con lo cual se revierte su filosofía de la búsqueda eterna pues aquello que no se busca y se tiene al lado es lo que a uno lo hace feliz- o se arriesga a vivir cómo siempre se negó a hacerlo. “Yo estoy vivo-dijo Traveler mirándolo a los ojos-. Estar vivo parece siempre el precio de algo. Y vos no querés pagar nada. Nunca lo quisiste” (450).
Sin embargo, Horacio parece entender que está predestinado al fracaso y solamente a través de su otro yo compasivo, que se representa en Traveler, podrá ser feliz: “una cosa sé y es que de tu lado ya no puedo estar, todo se me rompe entre las manos, hago cada barbaridad que es para volverse loco suponiendo que fuera tan fácil. Pero vos que estás armonía con el territorio no querés entender este ir y venir…” (457).
Oliveira se enfrasca en una búsqueda constante porque no quiere romperlo todo, no es su deseo boicotear su propia felicidad, pero simplemente así sucede: todo lo bueno que le sucede lo destruye. Por eso va y viene para encontrar ese algo irrompible.
En el capítulo 125 de “Otros lados” se aborda el tema de la realización, la búsqueda como individuo intemporal o histórico. En ocasiones sucede que cuando uno se encuentra, “el encuentro no cuaja”, pero entonces, si no es lo que se esperaba, ¿la búsqueda debe iniciar de nuevo o es que quizá nunca se detiene?
Oliveira tiene en La Maga la felicidad que necesita, más no la que espera. Mientras está a su lado, Horacio continúa en la búsqueda de un algo intangible, indefinible, algo que no tiene nombre. Entonces el encuentro de ambos no cuajó. Sólo cuando la pierde se da cuenta de que ya había encontrado “algo”.
En su vuelta a Argentina, Oliveira reconoce a Talita como una representación más sofisticada de La Maga, por eso nos parece que a lo largo de la trama trata de seducirla.
El reconocimiento de sí mismo en el otro y la realización personal a través de la búsqueda son temas transversales de Rayuela que reflejan la parte más humana del hombre.
BIBLIOGRAFÍA
Cortázar, Julio, Rayuela, México: Santillana Ediciones Generales, 2013.