Quantcast
Viewing latest article 10
Browse Latest Browse All 87

EL PECULIAR SABOR DICKIANO

©2018, Gerardo Horacio Porcayo


(Texto de Homenaje a Philip K Dick en su  36 aniversario luctuso, 
leído en Profética, Casa de la lectura el 2 de marzo de 2018)

Dentro de las clásicas paradojas, sobresale la primera: Los memoriales son en el día de la muerte del autor, no en el día de su nacimiento. Y tal vez sucede así por algo muy simple: es el primer día del resto de su inmortalidad. Complicados de por si como humanos, en el  terreno de las artes la cosa se vuelve aún más compleja. Casi nadie se atreve a rendir culto a un autor vivo. Puedo decirlo así con conocimiento de causa, tengo amigos escritores que ya han pisado la otra orilla de la vida, amigos que fueron reconocidos cuando aún respiraban y a uno hasta se le declaró como el mejor cuentista vivo, o, a otro, como al más duro de los novelistas policíacos y hoy en día sus trabajos están fuera de imprenta y poco se les trata en la crítica literaria.

       Hay otros que en vida reciben pocos premios y, aunque apreciados por unos cuantos conocedores, tienden a pasar desapercibidos por la mayoría.

       Tal es el caso de Dick quien tan solo ganara dos premios  especializados de la Ciencia Ficción (El Hugo de 1963 por El hombre en el castillo y el Campbell Memorial de 1975 por Fluyan mis lágrimas dijo el policía. El tercero fue póstumo y español, el Gilgamesh de 1985 por La transmigración de Timothy Archer). Premios que otros autores cuentan a puñados... Y si lo menciono ahora es para aquellos que no conocen su prosa, no para quienes son expertos en sus trabajos y su devenir.

       Mi amistad con Philip K. Dick es la que cualquier lector puede experimentar cuando accede a su obra y es atrapado por sus símbolos. Como ya lo dijo Borges: "Un libro es una cosa entre las cosas, un volúmen perdido entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos". Y la obra de Dick contenía la carga, la dosis especial que mi hambre requería. Y quizá aquí ocurre una singular trampa, cuando conocí a Dick, ya dos paros cardiacos lo habían arrebatado de este mundo. Semejante cosa sucedió con algunos de mis otros favoritos: Cortázar, Borges... No sé cuantos más.

       En mi defensa, con Dick,  puedo argumentar algo simple: no me gustó el primer texto que de él leí, sobre todo porque ya había visto la adaptación cinematográfica más famosa: Blade Runner. Ni su siguiente obra al alcance de mis ojos: La penúltima verdad. Entonces corría el año de 1982 y yo tenía 16 años y mi dieta diaria transitaba entre las obras de CF de Edgar Rice Burroughs, sus 18 tomos de Tarzán, bastante de Asimov y mucha Space Opera. Yo era entonces sólo un lector de aventuras a quien los esquemas  repetitivos de estas sagas empezaban, secretamente, a cansarlo. Aún tuve la energía para acabar los 5 primeros tomos de Gor de John Norman, aunque C.J. Cherry ya derribaba muros con su Puerta de Ivrel, pero ya para entonces, en definitiva, Borges, como terrorista, iba dinamitando mis gustos y mutándolos.

       ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?

       Tuve que esperar a encontrar El impostor (cuento de Dick) y Algo para vosotros temponautas para empezar a cambiar mi perspectiva sobre Dick. Y ésta se transformó del todo cuando descubrí Ubik; luego, cuando enfrenté Los tres estigmas de Palmer Eldrich y se redondeó cuando arribé a Fluyan mis lágrimas dijo el policía, tres novelas que cambiaron mis nociones, mis perspectivas sobre la Ciencia Ficción y sobre el escritor mismo. En estas cinco obras puede encontrarse el concentrado de lo que hoy en día se usa como el adjetivo calificativo dickiano. El catálogo puede ampliarse más para dar redondez al termino, para quienes sólo busquen lo más selecto y definitoro del término: podemos agregar Tiempo de Marte, Esperando el año pasado (en novelas) y los cuentos Síndrome de retirada y En la tierra sombría.

       Sin embargo, lo anterior sería reduccionista, equivaldría a constreñir la obra de este autor a solo una de sus tres etapas y lo peor que uno puede hacer con Dick, es ponerle camisa de fuerza o un especial microscopio para su análisis, cuando estamos frente a un enorme volumen de obras complejas y polisémicas (43 novelas publicadas, 121 cuentos, amen de los textos inéditos que lentamente han ido apareciendo).

       Lo dickiano por excelencia, para ir aterrizando esto, puede traducirse como la búsqueda incansable de lo que define al ser humano y su entorno. Las obras aquí mencionadas interrogan sobre tres puntos fundamentales: ¿Qué es la realidad? ¿Qué es el humano? ¿Qué es la identidad?

       El último cuestionamiento, ha sido definitorio de las grandes obras literarias aplaudidas por la crítica universal referida a otros autores. Las otras dos preguntas se asumen desde una perspectiva vital filosófica y esta estrategia narrativa es quizá la que mejor define el quehacer de Dick.

       Definir sus temas y características como si fueran bolos de malabaristas no generan diferencia alguna.

       Nacido el 16 de diciembre de 1928 (cuasi palíndroma de su muerte 1982) en Ilinois y radicado en California al poco tiempo de existencia, hubo de enfrentar desde su especial sensibilidad la transformación de su sociedad entre ganacias tecnológicas, una guerra mundial y espionajes. Se graduó en 1947 de Berkeley High School, asistió por un par de meses a la Universidad de California en Berkeley y en 1951, tras la venta de su primera historia, empezó su escritura profesional, aunque hasta 1955 debutó como novelista con Lotería solar.

       Lo importante en Dick siempre fue su estrategia para narrar las historias, Apartándose del canon ciencia ficcionero que pedía heroicidades científicas, humanas o de conquista de otros mundos, Philip K. Dick optó por abordar la odisea del hombre común sin sumergirse en las fangosidades joyceanas. El mundo ya cambiaba asceleradamente y el hombre común trataba de subsistir en ese territorio accidentado. Él, como creador, escritor que abandona la carrera y se casara de forma temprana, hubo de experimentar esos rigores. A tal grado que una leyenda persiste: durante su segundo matrimonio (de 9 años de duración) con Kleo Apostolides, una leyenda que asegura que Phil tenía que comprar en una tienda de mascotas carne de caballo para sobrevivir... Kleo, en numerosas entrevistas, ha negado la realidad de esta práctica.

       Mitos sobre el artista en el hambre, quizá, pero, sea como fuere, el hecho es uno: Dick experimentó la vida desde la trinchera de los no favorecidos hasta el mismo día de su muerte y las tramas de sus novelas cuentan las historias de grandes cambios en el mundo, vistas o experimentadas por los menos favorecidos.

       En el caso de Ubik, por ejemplo, Joe chip, técnico de mediciones de los factores metapsíquicos, se encuentra confinado en su propio departamento, incapaz de interactuar con Ashwood, su compañero cazador de talentos psi, porque sus electrodomésticos se niegan a trabajar si no reciben paga. Rehén de sus propios enseres domésticos robóticos, está imposibilitado de abrir la puerta porque no tiene el cambio suficiente para hacer que la puerta trabaje. No es que la trama de Ubik empiece con este personaje, de hecho, como hasta la fecha lo recomiendan los grandes manuales de cómo hacer un best sellers, el que aparece como personaje principal en los primeros dos capítulos es el dueño de la Organización Runciter, Glen Runciter; quien tiene a su esposa Ella Runciter en una suerte de Criogenia Interactiva en el Moratorio de los Amados Hermanos, en semivida en Suiza y a quien debe consultar para tomar decisiones vitales.

       En los tres capítulos iniciales Dick aborda temas complejos, esa dependencia y sumisión a la mujer de negocios, por parte de Runciter. Ese mundo cambiante debido a los talentos psi que son capaces de alterar cualquier negocio cualquier ruta humana a través de telepatía y otras habilidades sobrehumanas. Joe es sólo el técnico hambreado quien, sin embargo, a mitad de la novela ha de tomar la estafeta para la resolución del caso... Aunque esta resolución sea inconclusiva. Asistimos, en esta novela, a la ruptura de los tabus más simples: la muerte, gracias a la tecnología, no es definitiva.

       ¿Pero es sólo gracias a la tecnología o por ella somos capaces de percibir la realidad de las cosas? Puestos en este trance, ¿qué es la relidad, qué la define? ¿La permanencia de estructuras arquitectonicas, la consecusión del tiempo en una sola y única dirección? ¿Cuál es el objetivo de la existencia? ¿Mis decisiones son suficientes para decidir el curso de mi vida cuando tantos factores inciden en ella?

       Dick no fue inmune a los discursos sociales y en casi todas sus obras encontramos a personajes que han decidido apostar por el camino del triunfo pero que, irremediablemente se ven enfrentados al hecho de que no existen garantías de nada. Para nada. Leo Bulero en Los tres estigmas de Palmer Eldrich,  es asesor Pre Moda para Equipos Perky Pat, empresa dedicada a la construcción de placebos jugueteros para consumo de los habitantes de colonias espaciales. Los talentos psíquicos son fundamentales y él ,como precognitor, puede predecir el triunfo o fracaso de un producto hasta que llega alguien más talentoso a desplazarlo (una mujer, una chica de 19 años), a moverse a una perspectiva distinta y enfrentar el hecho de que el regreso de un astronauta explorador desde Proxima Centaury, recien estigmatizado, trae consigo una propuesta de comunión a través de las drogas que amenazan con derribar toda certeza humana.

       En otras palabras, cuando hablamos de dickiano, hablamos de esa pérdida en un laberinto asfixiante a que es impelido cualquier personaje, por humilde que sea, durante el cambio de poderes y paradigmas que supone la evolución social o de las especies. La sociedad en este sentido, faculta de facto a la tecnología para realizar en su nombre esa metamorfosis en pos de una comodidad y un estatus de vida que en el mismo contrato se pone en riesgo.

       Dickiano en muchos sentidos, es semejante al termino Kafkiano, se mimetiza en esa insistencia en reflejar el mecanismo ciego y absurdo de la burocracia, armado como supuesta protección de la población civil, pero, en el caso de Dick, actualiza y catapulta tal concepto a estratos mayores, cuando la tecnología es capaz de sustituir no solo las funciones y las decisiones del ser humano, como en el caso de la burocracia, sino al humano mismo y sus necesidades básicas.

       Dick, en este sentido, es consciente de la necesidad constante de argumetación y, a diferencia de muchos de sus contemparáneos como Robert A. Heilein, Isaac Asimov, Arthur C. Clark, George Herbert o Cordwainer Smith, sacrifica la posibilidad de transformar sus productos novelados en un universo consistente y hasta cronológico (traducible a interminables sagas que él nunca intenta), en pos de una búsqueda genuina de reflejar la problemática cambiante con los gobiernos y las alzas y caídas de empresas de basamento científico o tecnológico.

       Dick opta por replantear sus mundos en cada novela, en cada cuento, sin ceder a la tentación de crear una falsa historicidad. Su objetivo es narrar una y otra vez el fracaso de los grandes discursos, las grandes enmiendas y grandes movimientos en un intento por encontrar el grial de la humanidad.

       Para Dick no hay un grial, una copa sagrada que subvierta toda semántica y contenido a un solo esfuerzo...

       O no en la etapa que más hemos reseñado en esta intervención. Para Dick, como para cualquier gran científico o pensador, hay una gran territorio reservado para el debate teológico. Uno que empieza a tratar tempranamente en Títeres cósmicos y que lleva a sus últimas consecuencias en su última tetralogía: en Sivainvi, Radio libre Albemuth, La invasión divinaLa transmigración de Timothy Archer. Tetralogía que se aproxima de manera grave al cristianismo, lo analiza y cuestiona, confrontándolo con sus propios momentos de iluminación que dejara consignados en un gran volumen conocido como Exégesis, suerte de reflexión, tratado, asentamiento mismo de su experiencia mística que no abordaré aquí, sobre todo porque no me considero a mí mismo suficientemente leído o libre de prejuicios.

       Dick me importa, me interroga desde su complejidad integra, pero en terrenos de lo religioso... Precisamente, quizá estamos hablando de cosas que superan a la literatura misma.

       En este sentido, como creador me he volcado más en sus expriencias de sorpresa, de temerosidad frente a lo inconmensurable y me quedo, como lector, creador y analista de su obra, hasta su paranoia nacida con su alucinación del dios que trataba de cazarlo con un gran tridente (que originara la primera semilla de Palmer Eldrich) o del cadáver de Dios Muerto, flotando en el espacio en Nuestros amigos de Flolik 8.

        En algún momento de 1997, platicando con el Doctor Arnulfo Herrera, él sugirió que toda tesis debería de nacer del amor a un tema, más que del ansia de demostrar la invalidez del mismo. Esto, referido a la literatura.

       Me quedo en esa postura y con la idea de seguir indagando en esa faceta mística de un Philip K. Dick que creía en sus experiencias místicas y las ponía por escrito.

       Hace como tres semanas, en Youtube me encontré  un video dedicado a la Exégesis de PKD y a la invitación a usar este tomo como objeto de bibliomancia. Es decir, como una suerte de práctica adivinatoria donde uno piensa en un tema, se concentra en él y se limita a abrir a ciegas la exégesis para obtener una respuesta...

       Dick es tan complejo y polisémico que puede llevarse hasta ese y otros puntos...

       Pero quizá la gran ausencia en esta charla mía sea esa parte indisoluble de los temas dickianos que a mí me atrajeron en primer termino.

       El impostor es un cuento sobre robots e identidad, tal como Blade Runner, uno donde el germen inicial de todos estos cuestionamientos filosóficos de PKD iniciaron, es decir: ¿Qué distingue a un humano de un androide? ¿Qué hace a un humano, humano?

       Para quienes viven apegados al diario y a los avances tecnológicos, la pregunta puede parecer una verdadera estupidez, Para quienes vieron el primer Blade Runner de Ridley Scott  y todos los subproductos androides desde entonces (incluida Galactica, nueva versión), la pregunta no solo resulta válida, sino crucial.

       PKD fue un autor que indagó en las grandes preguntas ontológicas, empleando la CF como instrumental básico de análisis. Uno que probó ser adecuado, versátil y extremadamente certero.

       Sus resultados, a diferencia de los administradores de empresas, laboratorios o tendencias políticas, no pueden ser condensados en largas tablas y graficas porcentuales. Piden, exigen ser leídos. Y leídos con mente abierta. Leídos bajo ese contrato estipulado desde tiempos inmemorables: yo te cuento este cuento y tu aceptas creerlo hasta el final.

       Dick es reseñable, filmable, representable. Pero Dick sólo puede ser experimentado a plenitud durante la lectura personal de sus escritos mismos.

       Ver una película basada en su obra. Ver todas ellas, todas las series fincadas en él, sólo debería suponer alcanzar un acuerdo con esos creadores multimedia: "acepto tu recomendación de lectura. ahora, déjame leerlo y decidir por mí mismo".

       Porque en última instancia eso es lo que pide PKD, ser leído y degustado por cada uno de nosotros.

     

     

Viewing latest article 10
Browse Latest Browse All 87

Trending Articles